La sentencia pronunciada ayer en la madrugada por el Caso del niño Marco Antonio Molina Theissen tiene que verse en su marco de ejemplaridad porque se refiere a uno de los casos más tristes de nuestra trágica historia de violencia durante la guerra interna. Marco Antonio Molina Theissen no era un combatiente en esa guerra y como hermano de una persona que había logrado escapar de una detención ilegal, fue secuestrado y desaparecido. Durante la lucha que se libró en Guatemala uno y otro bando cometieron actos violentos que, en algunos casos, podrían considerarse como parte del mismo enfrentamiento entre quienes pretendían un cambio revolucionario y quienes defendían el sistema legal imperante. La violencia siempre es terrible y engendra más violencia; una guerra provoca, necesariamente, bajas en los bandos que combaten.
El caso de un niño secuestrado punitivamente para castigar a su hermana que había escapado del secuestro en el que fue sometida a vejámenes es otro asunto, como lo son también los asesinatos cometidos contra particulares de uno y otro bando que no se pueden explicar, no digamos justificar, más que como excesos aberrantes de una guerra.
Ayer los sindicados decían que en estos procesos se producen juicios enlatados que desde su inicio al fin tienen ya un guion predeterminado y que a su criterio la sentencia ya estaba prácticamente dictada desde el primer día. Sin embargo, vemos que el Tribunal de Sentencia evaluó de tal manera las pruebas aportadas, que se produjo la exoneración del coronel Edilberto Letona Linares, quien se desempeñaba como segundo comandante de la Zona Militar Manuel Lizandro Barillas, con sede en Quetzaltenango, y a quien el Ministerio Público sindicó de responsabilidad en el secuestro y vejaciones a Emma Guadalupe Molina Theissen. Su exoneración derrumba la tesis de que a priori, sin analizar pruebas, ya tenían prefabricada una sentencia porque el Tribunal estableció que no existieron medios de prueba suficientes para condenar a ese oficial del Ejército por los cargos que le fueron imputados por el ente investigador.
Creemos que todos los que incurrieron en excesos en la guerra interna tienen que ser sometidos a la justicia y castigados si se comprueban los hechos. Por supuesto que eso implica que ambas partes tienen que tener el mismo trato y que también los crímenes cometidos por la insurgencia deben ser llevados a proceso porque la reconciliación nacional no puede ser producto de un borrón y cuenta nueva que simplemente sepulte, junto a los cuerpos de tantos desaparecidos, nuestra dolorosa y trágica historia que en Marco Antonio Molina Theissen alcanza nivel paradigmático.