Víctor Ferrigno F.

El lunes 21 de mayo fue un día memorable. Después de 37 años de dolor y sufrimiento, Emma Guadalupe Molina Theissen brindó su declaración ante un tribunal nacional, por primera vez, para dar testimonio de la captura, las torturas y las violaciones sexuales sufridas en manos del Ejército de Guatemala.

En su breve y valiente declaración, Emma Guadalupe resume la historia de miles de mártires de su tiempo y de su historia, y lo hace desde su triple condición de víctima, sobreviviente y acusadora. Es el ave fénix que resurge de las cenizas y exige justicia, señalando a sus verdugos, los cobardes militares que, amparados en el uniforme y la impunidad, vejaron, desaparecieron o mataron a quienes debían proteger.

El testimonio destila dolor y sufrimiento, pero resuena diáfano en los labios de una mujer ejemplar que, con su familia, nos han dado un ejemplo de inclaudicable valor ciudadano para que la justicia florezca, aunque sea en el cieno de la ignominia.

Emma Guadalupe, relata que “no me mataron, pero sí destruyeron profundamente mi vida. Durante muchísimos años estuve llena de terror, llena de dolor, […] no me consideraba merecedora de la vida, por considerarla robada a mi hermano”. Esto se debió a que, cuando logró escapar de sus torturadores, el Ejército secuestró y desapareció a su hermano Marco Antonio, un niño de apenas 14 años, por cuya aparición han bregado las tres hermanas y la madre, que se han constituido en cuatro auténticas magnolias de acero.

“He vivido aplastada por la culpa, llena de vergüenza, llena de dolor, llena de asco, mucho asco. Profanaron mi cuerpo, violentaron mi humanidad y eso me va a acompañar toda la vida. […] Saco fuerzas de mis hermanas, que han buscado la justicia durante décadas, aún en contra de mi desesperanza, en contra de mi sentimiento de profunda derrota. Saco fuerza del amor de tanta gente que me ha acompañado, me ha sostenido, […]. Vengo a pedirle al tribunal, que su sentencia sea proporcional al daño provocado”.

Su clamor de justicia se concretó dos días después, en la madrugada de este 23 de mayo, cuando el Tribunal de Mayor Riesgo C condenó a los imputados, en base a los testimonios y las pruebas periciales, materiales y científicas, por haber cometido o permitido crímenes de lesa humanidad, de carácter imprescriptible, de manera consciente y deliberada, como parte de un plan del Estado de Guatemala, en el marco del Conflicto Armado Interno.

Los militares retirados condenados por este caso son: Manuel Benedicto Lucas García, exjefe del Estado Mayor del Ejército; Manuel Antonio Callejas Callejas, exjefe de Inteligencia Militar; y los otrora altos cargos de la zona militar de Quezaltenango, Francisco Luis Gordillo Martínez, excomandante, y Hugo Ramiro Zaldaña Rojas, exoficial de inteligencia militar. Las penas van de 33 a 58 años, por los delitos de violación sexual agravada, violación de deberes de humanidad y la desaparición forzada de Marco Antonio Molina Theissen.

El Tribunal sostuvo que el Ejército de Guatemala estableció un sistema de inteligencia ilegal, clandestino y secreto, que consideró a la población civil como enemigo interno, propiciando el clima de corrupción e impunidad que hoy sufrimos.

La sentencia cayó como agua de mayo sobre la humanidad de Emma Guadalupe y su familia, aliviando su sentimiento de culpa. En su declaración les espetó a sus victimarios: “Les devuelvo la vergüenza y el terror; no puedo deshacerme del dolor y jamás podré deshacerme del asco, pero les dejo con su odio, porque se necesita mucho odio para hacernos lo que nos hicieron. Ojalá tengan un poquito de honor y nos digan dónde está Marco Antonio”.

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