Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

El día de ayer se dieron a conocer los resultados de una encuesta de Percepción Empresarial realizada a algunos empresarios del país y según los datos revelados por el CACIF, el 81% de los encuestados opinó que la corrupción les impacta de gran manera en tanto que el 39% de los entrevistados opinó que es el principal problema que tiene el país.

El desempleo, con el 22%, es el segundo principal problema según la percepción de los empresarios consultados, seguido de la delincuencia con el 15%, la pobreza con el 13% y un 11% que no respondió. La nota publicada ayer en La Hora por Kimberly López, además hace constar que “el 46.5 por ciento de consultados opinó que en los últimos años la corrupción sigue igual, solamente un 28.7 por ciento consideró que ha disminuido. Los encuestados consideran que en el periodo 2015-2017 los avances en materia de corrupción fueron estáticos, por lo que no existen avances estructurales que respondan a una mejora en la institucionalidad del país.

En esa línea, prácticas mediante las cuales funcionarios públicos favorecen a parientes y amigos, se otorgan beneficios económicos para agilizar trámites públicos, se emiten pagos para perdonar multas, financiamiento ilícito y no denunciar sobornos fueron calificadas como situaciones de ‘gravedad alta’”.

En otras palabras, cada día hay un mayor consenso que la corrupción que genera pobreza, violencia, falta de oportunidades y que necesita de la impunidad para operar “eficientemente” es nuestro gran problema que se plantea como el reto a vencer porque de nuestro éxito para combatirla integralmente depende un futuro sostenible.

Los mismos resultados de las encuestas dan cuenta que no existen avances estructurales que respondan a una mejora en la institucionalidad del país, y es cierto porque no hemos sido capaces de alcanzar acuerdos en torno a los elementos necesarios para propiciar corrupción y para muestra, el fallido botón de las reformas al Sector Justicia y así como ese ejemplo hay al menos una docena.

Hoy vemos con más fuerza los efectos históricos de una justicia que lenta no termina siendo justicia, que cooptada no cumple su función, que operada mediante los efectos del litigio dilatorio termina siendo maniatada y que instalada como producto de asquerosos pactos entre políticos y algunos particulares nos ofrece avenidas de impunidad que como país nos han pasado una gran factura y aún no hemos visto todas sus consecuencias.

Por eso titulaba esta columna que la corrupción, sí, ese gran mal que nos aqueja de forma integral, se ve beneficiada del factor que aún nos hagan falta más acuerdos para avanzar la agenda de país que necesitamos. Claro que hoy estamos mejor que antes porque hemos sido capaces de alcanzar acuerdos y mandar un mensaje a los cínicos que basaron sus esperanzas en que nunca íbamos a ser capaces de entendernos ni siquiera en algunos mínimos, pero nos falta trecho por recorrer.

Y he insistido en la necesidad de hacerlo juntos con la mayor cantidad de guatemaltecos que así lo deseen y que estén dispuestos a comprometerse (contra viento y marea porque ante los acuerdos recurren a bajezas para generar disrruptores que detengan el proceso de cambio) porque esa será la única forma en la que podremos lograr los cambios más rápido de lo que creemos, de forma sostenible y generando confianza.

Es La Hora de demostrar con hechos que la corrupción es el principal mal y que estamos dispuestos a luchar juntos por minimizarla mediante medidas integrales adoptadas por una sociedad que está cansada de lo mismo y que va por un histórico cambio de cultura para pasar de la ilegalidad a la legalidad como norma.

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