Adrián Zapata

Ante el mundo entero, Guatemala ha perdido toda dignidad. Se ha puesto literalmente a la cola de Donald Trump, en términos de su alineamiento con la política exterior norteamericana que dicho personaje impulsa. Hoy Jimmy Morales ha sido cual bufón del imperio que dramáticamente se le une en la decisión de trasladar la Embajada a Jerusalén. Transgrediendo impunemente la decisión tomada por las Naciones Unidas de no establecer representaciones diplomáticas en esa ciudad, su discurso servil es una voz que alimenta, desde su pequeñez, la represión contra el pueblo palestino. El más de medio centenar de muertos y los más de mil setecientos heridos que Israel ha provocado al atacar las manifestaciones de inconformidad de los palestinos pesarán también sobre las espaldas de Jimmy Morales.

Como en los viejos tiempos en los cuales los militares guatemaltecos impulsaban la política de tierra arrasada en contra de la población rural, armados por los israelitas, cuando hasta los Estados Unidos, su padre putativo, se avergonzaba de ellos, ahora, repitiendo los amores de entonces, Netanyahu y Jimmy Morales se abrazan sobre la sangre palestina.

Guatemala entra así a la categoría de paria en el concierto mundial, dada su rastrera política exterior.

Pero a Jimmy Morales nada le importa. Tiene su libreto alrededor de un solo y obsesivo tema: sacar a Iván Velásquez del país y limitar la acción de la CICIG y del MP para que se pare la lucha contra la corrupción. Está tan perturbado con esta idea que poco se da cuenta que el gobierno norteamericano gustosamente acepta su servil conducta, pero que, como buen imperio, prioriza sus intereses, especialmente los de su seguridad nacional, de acuerdo a los cuales es necesario seguir limpiando al Estado guatemalteco para que le sea funcional a los mismos.

Por su parte, Israel se aprovecha de la debilidad y mediocridad de este gobierno, total lo que importa es que siga a los Estados Unidos en esa repudiable decisión de transgredir las normas internacionales. Desde hace año y medio se fue preparando el terreno para emocionar a Jimmy y hacer así más fácil su conducta actual, llegándose al extremo de haberle otorgado, con ocasión de su anterior visita, un doctorado honoris causa por algo para lo cual Morales es una antítesis, la lucha contra la corrupción.

Lamentablemente Jimmy Morales no da para más. Obnubilado como se encuentra y sin sentido de responsabilidad de Estado, en su razonamiento primario está dispuesto a hacer lo que sea para lograr su pobre aspiración anti-CICIG. Morales pasará a la historia con la banda presidencial en el pecho, pero con la pequeñez de un resentido y la imagen de un pobre hombre sentado en la silla de la primera magistratura del país por pura casualidad.

La política exterior de este gobierno lo retrata de cuerpo entero. Ojalá la comunidad internacional entienda que esa conducta gubernamental no representa un sentir nacional.

Pero a Morales rápido se le acabará la borrachera y tendrá que enfrentar la resaca, cuando regrese a Guatemala. La nueva Fiscal General se estrenará con una bomba en las manos, que le dejó muy bien montada doña Thelma Aldana. La licenciada Consuelo Porras no tendrá tregua para probar su independencia. Todo parece estar listo para plantear el antejuicio contra el Presidente. Se pone la armadura para continuar la lucha contra la corrupción y la impunidad o desnuda una falta de independencia.

Así que mientras nuestra bandera se queda ondeando avergonzada en Jerusalén bajo la égida imperial y la crueldad de Israel en contra de los palestinos, nosotros acá en Guatemala seguiremos con la tragedia de tener un Presidente desnudo de dignidad.

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