Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Educada para siempre hacer el bien y con inagotable esfuerzo por hacerlo ha vivido desde su corta edad, al inicio quizás, a regañadientes, pero ahora, un hábito de empeño y una rutina de vida. Es imposible hallar a otra mujer con tanta firmeza en su cometido de vida.

En una ocasión pasó a su vista una estrella fugaz, titubeó un tantito al pedir un deseo, ¿Para ella? o ¿para los demás? Esa vez parecía turbada por haber visto tan bello acontecimiento. La luz permaneció en ella y algo de ella se fue con la estrella. Hay quienes dicen que sus propios sueños, sus ilusiones se desvanecieron en aquella noche de verano. Ella tomó la decisión de pedir por los demás, pidió paz y amor para sus seres queridos y para los seres queridos de esas personas y se olvidó de ella misma, de lo que ella apetecía y anhelaba, porque siempre eran más importantes los otros, era un mandamiento que no tenía la habilidad de desobedecer.

La niña fue buena, se convirtió en una adolescente, luego en una mujer y más tarde también fue buena. Era lo importante, pero paso a paso su luz propia, tal cual, la de la estrella fugaz, se desvaneció y sus ojos expresaban esa prematura marchitez de la cual fue sujeta. Las sonrisas escasearon y su rostro ostentaba líneas que expresaban su disconformidad y también su reclamo. Hay quien opina, que ella llegó a considerar que existía una extralimitación de gente poco agradecida y este era el gran problema de la existencia humana.

Ya les dije que desde pequeña fue enseñada a ser bondadosa, y en tal afán trataba de suplir las necesidades de su propia madre, quien al parecer, no tomó consciencia de ese hecho. La suplió en el maternazgo con sus hermanos todo lo posible, nunca pidió nada para sí, entusiasmada con solo la posibilidad de hacer a otro ser feliz. Pero, a ella esa condición le era escasa.

Y sin tomar razón su vida transcurrió de esa manera. Tuvo muchos omisos para sí, y también para los demás. Fue rígida en su postura, tuvo temor a la vida y poco a poco dejó pasarla, permitiendo palidecer su mirar.

Su bondad fue cuestionada, muchos de sus beneficiarios no agradecieron y protestaron de ella. Hecho inconcebible, por lo cual, se preguntó: ¿Por qué? ¿Cómo así? Si yo solo he querido su bien y de ello no se dan cuenta. Me miran como si lo que quisiera yo fuera en su contra. La mujer sintiéndose poco validada e ingratamente tratada concluyó: quienes no reconocen mi bondad, no merecen ninguno de mis favores, ahora sí, seré otra, yo también me convertiré en otra egoísta más.

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