Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Cuando se asume un cargo, cualquiera que sea, no digamos el de Presidente de la República se adquiere un conjunto de deberes y obligaciones, los que ineludiblemente debieran cumplirse para evitar padecer las consecuencias que de ello se derive. Hay que tener presente que no son solo aquellos que afecten directamente a la persona que lo desempeña, sino todos sin excepción alguna. En el caso del presidente Jimmy Morales los señalamientos que se le hayan hecho debido a las investigaciones de la CICIG, los que conllevan la posibilidad de que se le quite la inmunidad de la que disfruta, han distraído el cumplimiento de sus deberes y por ello, se mantiene día y noche sumido en un franco combate contra dicha entidad, moviendo todas las pitas que le permitan llevar agua a su molino.

A todos consta que el presidente Morales constantemente repite: “nada puede estar por encima de la Constitución de la República” y eso es muy cierto pero, no solo para aplicarlo en lo que a él atañe, sino para tantas cosas más que, si no son atendidas correctamente, provoca enorme cantidad de daños y perjuicios a la población. No se puede entonces olvidar que la Constitución también establece que el goce de la salud es un derecho fundamental del ser humano sin discriminación alguna; que el Estado debe velar por la salud y la asistencia social de todos los habitantes; que debe procurar el bienestar físico, mental y social de los mismos y que la salud es un bien público. ¿Entonces qué están haciendo el Presidente y sus colaboradores para velar que los miles de guatemaltecos que padecen de cáncer sean adecuadamente atendidos?

Llevamos tiempo de estar enterados que en el Hospital del Incan no se puede atender, por falta de recursos, a todos los que solicitan sus servicios, debido a que el costo del tratamiento ha subido al doble o triple en los dos últimos años. Por la experiencia adquirida durante el tiempo que le dediqué a entidades de servicios públicos del ramo de salud, puedo asegurar que ninguno de tantos que existen en nuestro país se escapa de la angustia que provoca esa carencia, como que los gobiernos que hemos tenido, muy poca o ninguna importancia le prestan a esta terrible desatención de algo que, si no se tiene, provoca inconmensurables consecuencias incluyendo la ingrata pérdida de vidas humanas. ¿Para qué diablos existe entonces la enorme burocracia estatal? ¿Por qué sí hay dinero para gastar a manos llenas en asuntos de tercera o cuarta importancia? ¿Hasta cuándo a los mandatarios no les vamos a exigir estrictamente el cumplimiento de sus deberes quienes con nuestros impuestos sobradamente son remunerados?

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