Raúl Molina
Es era de grandes contradicciones para la Humanidad. Para quienes toman al pie de la letra el Apocalipsis, pareciera que lo que se dice para los últimos tiempos del mundo terrenal está ocurriendo ya, particularmente las enormes contradicciones y los falsos profetas. Seres despojados de humanismo rigen los destinos de países poderosos, como Donald Trump, campeón del odio hacia los migrantes y a los países de piel morena; Netanyahu, con su odio proverbial hacia los palestinos y Duterte, el asesino en serie de Filipinas. En escalas menores, los corruptos pululan por toda América Latina, desde Jimmy Morales en nuestro patio hasta Macri y Temer en el Cono Sur. Y la corrupción también mata, porque se esfuman los recursos para aliviar la pobreza, el hambre y las enfermedades. Ejemplos de cosas “patas arriba” es la designación de una persona cercana a Morales y los militares como próxima Fiscal General o la elección como Rector de la Usac de alguien inmerso en la cooptación a su interior. Se trata de un mundo al revés, en donde los valores son enterrados y mandan los intereses personales y las transas de grupúsculos. ¿Es éste el mundo que vamos a aceptar o estamos en el período de oscuridad que antecede al amanecer?
Me repugna que un pequeño grupo de congresistas Republicanos de Estados Unidos haya firmado una petición al Comité del Premio Nobel, para solicitar que se otorgue el Premio de la Paz a Donald Trump por sus “esfuerzos de desnuclearización en Corea”. Parece broma de mal gusto, porque él amenazó con destruir totalmente la península de Corea con fuego nuclear. La idea del Premio surgió del líder surcoreano, preocupado por el riesgo para ambas Coreas, ante la animosidad de Washington; pero darle ese reconocimiento sería como en 1939 un Nobel a Hitler para que no invadiera Checoeslovaquia. Es cierto que el Comité ha cometido errores en el pasado, como otorgar su Premio a Henry Kissinger, monje negro de la Guerra Fría, o a Barack Obama, para intentar, ingenuamente, abogar por una agenda de paz y desarrollo; por el contrario, sirvió para soslayar el costo político de dar golpes de Estado en Honduras, Paraguay y Brasil y autorizar ataques mortales en África y Asia. El Comité ha tenido grandes aciertos, entre ellos, reconocer la búsqueda de la paz en Centroamérica, otorgar en 1992 el Premio a Rigoberta Menchú como representante de los pueblos indígenas y haber empoderado a Adolfo Pérez Esquivel para enfrentar las dictaduras militares; pero sus yerros le han ocasionado gran desgaste y desprestigio. Es impensable que Trump fuera aceptado como candidato, luego que decidiera bombardear Siria bajo la mentira de la utilización de armas químicas y de someter al hambre y a la enfermedad al pueblo venezolano, para ablandarlo, antes de dar el golpe bélico. Menos cuando un verdadero líder popular y democrático, Lula da Silva, sea presentado por Pérez Esquivel, con cientos de miles de firmas de todo el mundo. Tomar en cuenta a Trump sería la confirmación del apocalíptico mundo al revés; rechazar a Trump y demás escorias por el mundo puede ser, por otro lado, el amanecer luego de una profunda oscuridad.