Juan José Hurtado

En el área rural es casi inexistente el suministro de agua en condiciones aceptables de potabilidad. Gran número de mujeres la transporta para el consumo hogareño invirtiendo tiempo en caminatas y cargando con gran esfuerzo físico, una pesada tinaja llena de varios litros de agua usualmente de dudosa calidad. Es recogida, almacenada y transportada en tinajas, recipientes que anteriormente eran de cerámica. La tinaja tradicional va siendo sustituida rápidamente por la de plástico, de la misma forma, decorada con franjas de diversos colores.

El líquido es obtenido corrientemente de ríos, lagos, nacimientos naturales, pozos o fuentes públicas de abastecimiento, en condiciones de higiene generalmente precarias. Los ríos y lagos en la actualidad están invariablemente contaminados con basura de todo tipo y otros elementos nocivos para la salud. Los pozos frecuentemente no están bien protegidos de la contaminación, especialmente durante la estación lluviosa, porque el agua de lluvia arrastra toda una serie de contaminantes biológicos y químicos.

La más peligrosa de las diferentes formas de contaminación del agua, es la fecal. Este problema ocurre por dos comportamientos muy peligrosos. El primero es el alto índice de defecación al aire libre, que por cierto ha sido recientemente promocionada por un Alcalde Municipal, de manera grotesca, añorada y celebrada festivamente en las redes sociales. Su desafortunada presentación tiene dos efectos adversos para la salud pública. Por un lado estimula una práctica muy nociva para la seguridad de la salud colectiva y por otro lado da un ejemplo que contraviene la recomendación higiénica saludable del lavado de manos después del acto excretorio, que supongo se enseña a los niños en las escuelas que disponen de agua.

El segundo comportamiento altamente peligroso es la disposición de aguas servidas en drenajes que la llevan a ríos y lagos. Los ejemplos son dramáticos: el lago de Amatitlán, el lago de Atitlán y casi todos los ríos del país. En la temporada de lluvias, los productos de la defecación al aire libre, arrastrados por el agua llovida van a dar a ríos y depósitos varios de agua, contaminándolos.

Entre los conocimientos de salud pública es fundamental la relación que existe entre la disponibilidad y calidad del agua para consumo humano y la salud, principalmente la de los niños. Los problemas relacionados con el agua contaminada son el síndrome diarreico agudo, frecuentemente acompañado de un desequilibrio hidroelectrolítico conocido popularmente como “deshidratación”, responsable en nuestro país de la muerte de muchos niños menores de cinco años.

En salud pública los programas de protección de la salud del niño de 0 a 5 años de edad incluyen, por esa razón, el control de la enfermedad diarreica. El parasitismo intestinal, la fiebre tifoidea y las diarreas de origen viral son también resultantes de la contaminación fecal por vía oral. La diarrea aguda especialmente en los niños es un factor causal importante de la desnutrición.

Insisto en la relación que tiene la disponibilidad y calidad del agua con la salud de todos y principalmente con la de los niños.

Entre los múltiples rezagos y carencias que existen en Guatemala principalmente en el área rural, aunque también presentes en las áreas urbanas, la poca disponibilidad de agua de calidad y en cantidad adecuada, son temas no muy visibles, poco discutidos y lo más grave, desatendidos. Desafortunadamente en nuestro país no se realizan planes, no se buscan soluciones y este problema, como casi todos, no es enfocado adecuadamente ni discutido o atendido.

¿Cuántas escuelas públicas carecen del servicio de agua potable? He tenido la oportunidad de conocer las escuelas y pequeñas clínicas de salud en el municipio de San Juan Sacatepéquez, lo que me permite afirmar lo anterior y a la vez hacerme la pregunta: ¿cómo será en las áreas rurales más lejanas, si esto ocurre en un municipio vecino a la metrópoli?

Otra pregunta que me hago, ¿cómo es posible que una pequeña escuela o clínica rural opere sin tener agua corriente a disposición de los niños y maestros/as y un puesto de salud sin agua para los pacientes, familias acompañantes y personal que los atiende? No pueden ni siquiera lavarse las manos adecuadamente.

Esta situación la conocí desde los inicios de mi ejercicio profesional como médico rural por tres a cuatro años. Desde hace aproximadamente siete décadas de ejercicio profesional, mi impresión no cambia.

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