Luis Fernández Molina

Se acerca el Mundial de Rusia. Vale antes, como aperitivo, para provocar más hambre, las semifinales de la Champions. Luego se sirve la mesa para deleite de todos los aficionados chapines, entretención para los trabajadores y preocupación para los empleadores, especialmente dentro de las entidades estatales. ¿Se puede llevar o ver tele? Si se permite entonces baja la productividad, si no se permite surge el resentimiento y más de alguno ingeniará el mecanismo para ver los juegos.

Es que el deporte es un pasatiempo universal, especialmente el fútbol. Pero el deporte es algo más. Para empezar, es un negocio multimillonario que permite mantener a verdaderos carteles como los que han estado en la FIFA, la Concacaf, la Federación de Guatemala, etc. sectores aprovechados y mafiosos que succionan de los incontenibles recursos que en torrentes llegan a sus arcas sin mayores controles. Los recursos asignados en Guatemala para el deporte federado y olímpico deberían canalizarse en aras de la población y no de viajes, viáticos y gastos de los directivos.

Los guatemaltecos quieren hacer ejercicio. Corren en las maratones, practican ciclismo nocturno, escalan los volcanes, realizan campeonatos diversos, se inscriben en gimnasios, organizan travesías a campo traviesa (de Xela a Atitlán, de Chancol a Nebaj, entre otras) se preparan en triatlones, hacen jogging en las calles, etc., pero el beneficio del deporte se debe proyectar a toda la sociedad como una actividad sana que promueve el esfuerzo, la competencia y la mejora física. Pero ¿dónde chamusquear? ¿dónde pueden los patojos echarse sus tiritos? Faltan campos en las poblaciones de los departamentos.

Ahora bien, deporte no es solo fútbol. Hay muchas otras disciplinas, pero muy pocas posibilidades de ejercitarlas. Sin ir lejos, el ping pong, todos lo jugamos, pero casi no tenemos oportunidad de hacerlo, no digamos con el béisbol, y menos aún con la esgrima o tiro al arco. Son pocos los colegios o escuelas que cuentan con áreas deportivas. Acaso menos de la docena de centros que cuenten con canchas de fútbol de dimensiones aceptables.

El deporte también es salud: mens sana in corpore sano. Esa era la buena intención del constituyente al asignar tantos fondos al deporte. Pero en el camino algo ha fallado. No se ha extendido el ejercicio productivo. En muchos pueblos hay áreas deportivas (canchas de basket o fut) pero son muchas más las que no disponen de ninguna.

Regresando al fútbol da grima ver cuán pocos aficionados asisten a los estadios. Son apenas unos miles los que “colman” el Doroteo Guamuch para animar a sus equipos. Se salvan los estadios del interior, pequeños sí, que se llenan cuando el equipo se encuentra en buena posición de la tabla: Sanarate, Guastatoya, La Antigua. Hasta el Mario Camposeco luce vacío si no puntean bien los Súper Chivos. Igual el Marquesa de La Ensenada si los leones juegan mal. Dentro de todo lo único bueno de estos últimos campeonatos es que se terminó el monopolio de los “cremas y los rojos” y se dio una abertura para que fueran competitivos los equipos de provincia. Un efecto de arado que remueve las rígidas capas, antes impenetrables.

Qué bueno que se esté allanando el camino para la reincorporación a la citada FIFA. Con todas sus falencias esa organización es un mal necesario. Es una integración mundial de la que Guatemala no puede prescindir. Sería el acabose de nuestro principal deporte. Ello nos dejará como simples espectadores de La Liga, la Champions, la MLS, hasta el futbol mexicano, pero poco de lo producido en esta bella tierra.

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