Stu Velasco
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Centroamérica ha sido durante décadas esa parte de América Latina observada por el mundo y que de alguna forma representa a los países con antecedentes políticos, sociales, económicos y de desigualdad, que motivaron en al menos tres países, Guatemala, El Salvador y Nicaragua sendos conflictos armados y guerras entre sus propios conciudadanos, Guatemala 1960-1996, El Salvador 1980-1992, Nicaragua con un proceso cruento de Revolución sandinista que alcanza su máxima ofensiva en 1979-1990 con el derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle.
El fin de los conflictos en Guatemala y El Salvador significó la instauración de procesos de paz que dieron paso a gobiernos democráticos y bajo libre elección, teniendo como pilares de la paz la construcción de instituciones de seguridad ciudadana de carácter civil, bajo el concepto del fortalecimiento del poder civil en una era democrática, lo que es uno de los mejores legados, sin embargo, en Nicaragua su historia es única y diferente a todos sus vecinos de la región, con el ingreso 1979 del FSLN, Frente Sandinista de Liberación Nacional años de inestabilidad política propias de los esfuerzo de la contra revolución hasta un proceso de paz que lleva a elecciones en 1990, sin embargo, la consolidación de la doctrina sandinista penetró en el pueblo haciendo fracasar los diversos esfuerzos enfocados a desplazar la política sandinista, alcanzando la presidencia de Nicaragua el máximo líder sandinista Daniel Ortega Saavedra el 10 de enero 2007 llevando su tercer período presidencial consecutivo hasta ser el actual Presidente con una “característica singular” posee como vicepresidenta de Estado a su esposa Rosario Murillo Zambrana, ambos gobernando bajo la corriente política de El Sandinismo catalogado ideológicamente de izquierda con tendencia socialista que su fin es la Igualdad social, según sus líderes.
Sin embargo, hoy las calles de Nicaragua se tiñen de un rojo oscuro, recorren sobre ellas sangre de ciudadanos nicaragüenses, de su propia juventud de sus nuevas generaciones que consideran haber nacido en democracia, que con el ímpetu y fortaleza de espíritu que nutre el ideal de los sueños de toda juventud, alzaron su voz en contra de una ilógica y dañina reforma social que ordenaba un incremento del 21% a la contribución del sector público al INSS Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, una imposición a los jubilados de contribución del 5% de su pensión para cobertura por enfermedad y, además, un absurdo recorte en la cuantía de su pensión por invalidez y a familiares esposas e hijos que oscilaban en 3 y 4 %.
Esto derivó en un rechazo social y movimientos de miles de ciudadanos en su mayoría jóvenes que salieron a las calles de Nicaragua a exigir la derogación a dicha reforma social y a exigir un trato humano y libertad de expresión, nefastamente la decisión de Daniel Ortega Saavedra fue utilizar y ordenar a las instituciones de Estado en primer orden a la Policía y luego al Ejército Nacional reprimir con crueldad y violencia a lo que es uno de los bienes más preciados de una sociedad su Juventud, con el saldo de un periodista asesinado y más de diez ciudadanos fallecidos violentamente.
La lección para todo gobernante es, las instituciones de seguridad ciudadana sus Policías y sus Ejércitos no son propias y tampoco instrumentos de represión o consolidación de sus decisiones, son instituciones de Estado al servicio de sus ciudadanos, y sobre todo aquellas de carácter civil se convierten en férreos pilares de la democracia cuando ante escenarios de manifestaciones se mantienen firmes garantizando la libertad de manifestación y velando por el orden público y constitucional, lo cual es posible bajo una acertada administración del poder.