Danilo Santos
Politólogo
desantos.salazar@gmail.com

La náusea se “cuadrifica” escuchando la declaración en anticipo de prueba del colaborador eficaz Juan Carlos Monzón, mientras tanto; desde el gobierno nos mal informan sobre la Consulta Popular relacionada con el diferendo territorial con Belice, en el Congreso de la República se cocina lentamente la legislación sobre financiamiento electoral ilícito, y la salida de la actual Fiscal General está a cuarenta días.

El relato de Monzón engancha, parece que comparte el contenido de una novela. Sin embargo, lo que dice y causa risas, “memes” y morbo, es grave. Desnuda a un Estado y un Sistema Político al cual ya no le queda ni siquiera el calificativo de cooptado, hablamos de algo más profundo que ocupar las plazas vacantes que se disputan en una elección popular con el objetivo de servirse de la cosa pública; esto llega a niveles mucho más profundos, históricos y espurios.

Estremece pensar que, desde su origen, la República se fundó para el escarnio de unos y la abundancia de otros. Que la perversidad siempre estuvo presente a la hora de legislar, formar ejércitos, endiosar a caciques y generales. Luego de casi quinientos años, seguimos bajo la belicosidad de unos cuantos apellidos y las hordas de políticos y militares a quienes han delegado la administración de su feudo.

Lejos del ánimo belicoso del virrey y quienes se sienten acorralados por la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala, con lo declarado por Monzón deberíamos estar refundando nuestro “Habitus”; esto porque es un hecho que con todo lo que la clase política al parecer se ha embolsado desde siempre, podríamos tener otro país; con menos diferencias socioeconómicas y más servicios públicos. Menos confrontación bárbara y más civilización.

Esos millones que recaudaban de comisiones y los planes de retiro de diez años de ese par de innombrables y su séquito, y los que hicieron lo mismo antes que ellos; tienen nombre en los cementerios del país, el de niños y niñas que murieron por desnutrición, de campesinos y campesinas que nacieron y llegaron al final de sus vidas, dignamente, pero con la indiferencia atroz de una sociedad que les vio consumirse en la pobreza y morir sin oportunidades. De generaciones y generaciones de población indígena segregada del poder y la construcción de valores de la nación que tan patrioteramente los ultraconservadores defienden.

Se “cuadrifica” la náusea cuando escuchamos “al representante de la unidad nacional” vociferar sobre luchas que poco tienen que ver con el bienestar de la población en el inmediato plazo, más, cuando los argumentos son total y completamente populistas; por no decir cínicos. Lo de Belice es una consulta para saber si la población guatemalteca acepta o no que el diferendo con el vecino país sea resuelto por la Corte Internacional de Justicia; no es sobre si Belice le pertenece a Guatemala.

Estos ladrones, quienes los antecedieron y quienes los han solapado, robaron más que dinero, se robaron la vida y el alma de un país entero. Ya dejemos de asombrarnos o solo indignarnos. Actuemos consecuentemente con el momento histórico y con las víctimas de la avaricia y la ingratitud de quienes han diseñado y gobernado Guatemala. Lo dicho por Monzón debería “cuadrificar” nuestra acción e intolerancia hacia la corrupción y la impunidad.

Artículo anteriorLa “podrida” generación de alcaldes
Artículo siguienteDebía morir en la cárcel y no en su casa