Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

La humildad es una de las características que cuenta muchísimo en una persona con harta experiencia, porque la misma siempre es útil a través del tiempo para no darse el falso tupé de no cometer errores, de saber de todo o de hablar con tan sofisticado tono de seguridad que lo único que está logrando es demostrar que no las tiene todas consigo o peor todavía, que simplemente está fanfarroneando. Digo lo anterior, porque cuando alguien asume el cargo de un delicado ministerio, como el de Gobernación, por ejemplo, debe ser muy cauto y no asegurar a la primera de cambios que las medidas que está tomando están fríamente calculadas y que lo único que cabe es el éxito de su empresa.

Actualmente, estamos en la primera semana del mes de abril y también la primera en que las fuerzas militares del país no están acompañando a las autoridades policíacas civiles, a mi juicio, todavía incapaces de asumir con toda eficiencia y certeza la lucha en contra de la delincuencia que nos azota desde hace bastante tiempo. Sin embargo, a la pregunta de los reporteros de prensa al nuevo Ministro de Gobernación dio a entender que las estrategias y las tácticas que iba a emplear estaban tan bien diseñadas que no le preocupaba en ningún concepto un rebrote delictivo, como que las medidas tomadas para prevenir los delitos eran más que suficientes para el éxito de su empresa.

Ojalá que el equivocado sea el que esto escribe y no el “experto” Ministro, sabiendo de sobra que la onda delictiva ha venido expandiéndose en todo el país; que el equipo con que cuentan no es el óptimo y que las condiciones de inseguridad prevalecen en todo el territorio, más aún en poblados que no cuentan siquiera con una delegación policíaca, mucho menos un destacamento militar al cual acudir en caso necesario. Ojalá entonces que las cifras de asesinatos, homicidios, secuestros, robos y tantos delitos más vayan a reducirse paulatina y efectivamente bajo la capacitada dirección del nuevo Ministro y que, por fin, pueda la población volver a salir de noche, atravesarse a pie la gran ciudad por carecer de transporte colectivo o que, sin temor alguno, podamos dejar estacionado nuestro vehículo automotor sin temor de que los amigos de lo ajeno lo desaparezcan en un par de minutos.

Un mal gobierno es un serio problema para la democracia pero, las consecuencias se agravan aún más cuando se desobedecen las sabias enseñanzas, como aquella que impartió Simón Bolívar: “El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores”.

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