En la edición de esta semana de La Hora Voz del Migrante, nuestra compañera Andrea Jumique publica un reportaje sobre las condiciones que han obligado a una joven de Chimaltenango a ver en la migración su única oportunidad luego de haber hecho grandes esfuerzos por terminar su educación diversificada en computación. Problemas personales le impidieron entrar en la Universidad a cumplir su sueño de estudiar medicina y tras ese revés tampoco pudo estudiar periodismo que hubiera sido otra de las profesiones que despiertan su pasión.
Las circunstancias le obligan a dedicar todo su tiempo a la atención de clientes en un comedor de Chimaltenango en donde trata de complacer a quienes acuden regularmente al lugar, pero sus realizaciones en la vida quedan cada vez más postergadas y no quiere resignarse a continuar su vida con esas limitaciones que ahogan su inquietud por prosperar y hacer algo que le permita superarse y alcanzar una vida diferente.
Sabe que la migración es un riesgo enorme, no sólo por lo que significa la aventura de cruzar el territorio mexicano donde muchos compatriotas han encontrado serios y a veces hasta fatales problemas, pero su mente no puede apartarse de la idea de viajar a Estados Unidos para lograr lo que sigue siendo el sueño de muchísima gente, es decir la oportunidad de lograr, mediante trabajo duro y esfuerzo constante, niveles de vida a los que no tendrían acceso ni siquiera redoblando esfuerzos en su propio país.
El caso es algo que se repite a lo largo y ancho de la geografía patria porque vivimos en condiciones donde quien nace en un hogar con limitaciones y estrecheces, aunque haga esfuerzos no prospera. En el caso de la joven cuya identidad no revelamos a fin de protegerla, es obvio que puso todo de su parte para salir del círculo generacional de la pobreza porque estudió y trató de ir a la universidad, pero las condiciones familiares y personales no se lo permitieron y por más que buscó empleos acordes con su capacidad, la vida en provincia se convirtió en valladar para lograr un trabajo adecuado para sus aspiraciones.
Si eso pasa con una joven que terminó sus estudios diversificados, cuánto más a esos cientos de miles de jóvenes que no tuvieron acceso a la educación y que están condenados a vivir y morir en las mismas condiciones de pobreza que les marcaron su vida y la de sus padres, abuelos y demás ancestros. Un país que niega oportunidades a su gente incumple con la principal obligación de cualquier Estado.







