Estuardo Gamalero

“Gestión es hacer las cosas bien, liderazgo es hacer lo correcto”
Peter F. Druker

En la lógica del actuar humano y la situación de las cosas o las circunstancias, siempre cabe la posibilidad de poder estar mejor, o bien, estar en una peor situación de la actual. Es muy difícil que todas las personas pensemos igual, más aún, si nos referimos al selecto grupo de individuos que por su posición o nivel de incidencia deciden el rumbo del país o establecen la agenda que por alguna razón les conviene.

Lo anterior, no necesariamente es bueno o malo, sino algo natural aquí y en cualquier parte del mundo. En otras palabras, la lucha por el control del poder es una constante a lo largo de todas las civilizaciones y culturas. Lo importante es que, a pesar de las pasiones la lucha se mantenga dentro de las reglas del juego y siempre fortaleciendo la institucionalidad, nunca debilitándola.

Es de suma importancia aprender del pasado, y así como antes los gobernantes nos manipulaban con canciones, slogans y ofertas vanas y absurdas. Ahora nos corresponde analizar con qué y con quién intentarán persuadirnos. ¿Qué ofrecen? ¿Qué pasado tienen? ¿Respetan o manipulan la ley? ¿Son sus acciones un reflejo de sus palabras y de los triunfos dignos que han cosechado en sus vidas?

Ante la inminencia o necesidad de un cambio político y/o económico, usualmente aparecen polos extremos de gente. Por un lado, están los anárquicos que, en su afán de ver una telenovela nueva, y de paso obtener un papel protagónico o por lo menos uno secundario, proponen y justifican cualquier cosa en el afán de una revolución. Esa insurrección se genera a través del control de los órganos e instituciones del Estado: personas que interpreten la ley según se les ordene. Otra característica es la imposición y redefinición de conceptos jurídicos, políticos, sociales, sexuales e incluso económicos. Pero quizás la característica que mejor describe a los de este grupo, es que usualmente en sus estrategias y actuaciones, buscan la polarización social insistiendo en la división del pueblo y creando estigmas sectoriales.

Pero la reflexión más importante, es que cualquier cambio que promovamos, debemos estar convencidos que es en la dirección correcta. Es decir, que sea un cambio para bien y no para peor. Si tomamos en cuenta las causas de los problemas de Guatemala, el cambio que necesita nuestro país, debe ser aquel que fomente unión. Un cambio que se preocupe más por el futuro que por el pasado. Un cambio que implique el respeto de la ley. Un cambio que conlleve la renovación de liderazgos reales, no de protagonistas en tarima buscando aplausos y promoviendo una plataforma electoral.

Irónicamente, los radicales del grupo anterior (aunque a muchos les caiga mal), usualmente parten de cuestiones que en buena medida son reales o mejor dicho, por lo menos son verdades a medias.

En el polo opuesto, se encuentran los que prefieren morir negando una deficiencia, un error o un horror, antes de aceptar que las cosas están mal y deben mejorar. ¿Quiénes encajan en este polo extremo?: Los necios. Aquellos que pelean por lo indefendible, que batallan por mantener negocios ilegales y quienes son parásitos de las estructuras y ubres del Estado.

Los radicales de ambos lados son nefastos y provocan un tremendo daño a la sociedad.

Pero en algún lugar, distante de las dos esquinas, también estamos quienes nos damos cuenta de los atropellos y barbaridades de los extremistas. Personas que, con algo de educación y buen sentido común, no caemos tan fácilmente en el juego de servirle a alguno de los dos lados. Somos quienes creen en las instituciones y en los conceptos sobre los cuales fueron creadas. Creemos en la República, el principio de la separación de poderes, en el respeto a la soberanía, el respeto a las creencias religiosas. Entendemos que toda cuota y ejercicio de poder público, debe rendir cuentas y no puede ser superior a la ley. Valoramos la supremacía constitucional y el marco jurídico. Aprendemos de nuestros errores. Sabemos que la Ley de la oferta y la demanda no es una broma y que ésta no emana del Congreso. Sabemos que no hay prosperidad si no es a través del empleo.

Guatemala necesita líderes que no solo propongan, sino que también tengan méritos visibles y opten por construir antes de destruir. Necesitamos gente con principios que no manipule la realidad ni distorsione la historia. Gente de bien que aprenda de las lecciones y con mente lúcida no actúe con soberbia, ni por miedo. Líderes que velen por el bien común, que rindan cuentas y que por ningún motivo actúen o se crean superiores a la ley.

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