Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

De sobra estoy enterado que muchos no comparten mi criterio, que otros me critican, dicen ellos, porque “exagero” los yerros del gobernante como de tantos funcionarios más, cuando de sobra es sabido que la mayoría de políticos son iguales. Hay hasta quienes piensan que tengo algún interés personal por insistir tanto en que debiéramos combatir con mayor intensidad la impunidad y la corrupción que priva en nuestro país, cuando no ha sido en balde que tantas veces haya reflexionado sobre la imperiosa necesidad de intensificar ese combate, ya que de otra manera jamás vamos a tener compostura ni salir del atolladero.

Les cuento que el pasado fin de semana cayeron en mis manos, por así decirlo, dos lecturas tan valiosas que no quise guardármelas sino compartirlas con quienes me honran con su lectura. La primera se trata del Evangelio según San Juan (3,14-21), en donde ejemplarmente se lee: “La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

La segunda, un amable lector me la hizo llegar, tratándose del texto original de la filósofa y escritora estadounidense, nacida en Rusia, Alissa Zinovievna Rosenbaum, conocida en el mundo de las letras como Ayn Rand, quien dijo: “Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada”.

¿Interesantes conceptos o advertencias verdad? Ojalá que la gran mayoría de guatemaltecos pudiéramos pensar de igual manera, si no la totalidad, como que cada quien pusiera su granito de arena para convencer al resto de conciudadanos que el día que logremos librar a nuestra sociedad de tan graves males otro será nuestro cantar. En todo esto no hay razones ocultas, ni intereses espurios de ninguna naturaleza, tan solo está el interés porque nuestro país se encamine por las sendas del progreso y desarrollo.

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