Eduardo Blandón

De manera ardida algunos diputados del Congreso de la República, en los que destacan Felipe Alejos, del bloque TODOS, Delia Back, de Alianza Ciudadana, y Fernando Linares-Beltranena, del Partido de Avanzada Nacional, se han dado a la tarea de criticar al Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas, con el propósito de vengarse por sucesos en los que se han sentido mártires por la postura recriminatoria del ombudsman.

Lo hacen con un sentido de la oportunidad ejemplar, aunque contemporáneamente con una capacidad actoral mediocre.  Como cuando simulan ser católicos ofendidos por una manifestación que juzgan blasfema.  Se rompen las vestiduras y fingen solidaridad con la catolicidad herida a la que prometen tomar cartas en el asunto y vengar el descrédito.

¡Ridículos!  ¡Hipócritas!  No lo digo yo, lo dice la Conferencia Episcopal que critica un espectáculo digno de artistas menores en un espacio para el ejercicio de la política de altos vuelos. El texto dice lo siguiente:

“Nos parece sospechosa, mal intencionada e incorrecta la manipulación de este hecho, alentada por algunos diputados firmantes del llamado ‘pacto de corruptos’”.  Y más adelante reitera: “No parece ser por amor a las tradiciones religiosas que aducen defender, sino para tomar revancha y acallar una voz que, por razón de su cargo, tiene prestigio y autoridad”.

Con esto, la Conferencia Episcopal evidencia a algunos de los diputados que forman parte del “Pacto de Corruptos”.  Les dice, “ya los conocemos, sabemos quiénes son y desconfiamos absolutamente de la pureza de sus intenciones” (todo esto, claro está, con la diplomacia y el tacto que una institución milenaria sabe hacer).  Les pone en guardia para que no finjan pues es notorio que la citación a Jordán Rodas no es “por amor a las tradiciones religiosas que aducen defender”.  Lo suyo es, simple y llanamente, un acto de “revancha”.  Más claro no puede estar.

Felipe Alejos y Fernando Linares-Beltranena, entre otros, son enemigos acérrimos del Procurador de los Derechos Humanos y no dudan en fingir cualquier pretexto para hacerlo caer en desgracia.  Infortunadamente algunos católicos han caído en el juego ignorando las intenciones aviesas de los protagonistas del “Pacto de Corruptos”.  Aunque algunos también han rectificado el camino a partir del texto de los Obispos.

Hay que formar un frente contra la impunidad y el latrocinio.  Los retos son enormes y las pruebas nos harán dudar para dividirnos.  Debemos ser conscientes que la construcción de una Guatemala con bienestar y justicia pasa por perseguir, entre otros, a los malos políticos, empresarios y sindicalistas, que graníticamente se escudan en un sistema que hasta hoy les ha asegurado su perpetuación.

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