El incidente en el que se vio envuelto el Procurador de los Derechos Humanos al quedar en medio de una manifestación feminista que montó una “Procesión” ofensiva para el pueblo católico, parece haber desatado una súbita explosión de fe en mucha gente que ahora se proclama religiosa para aprovechar el momento que les parece oportuno para remover al Procurador de los Derechos Humanos, Jordán Rodas. Hay que decir, sin embargo, que la misma Conferencia Episcopal de Guatemala ha emitido un comunicado en el que explica claramente que ve las malas intenciones de los diputados del Pacto de Corruptos para aprovecharse de la coyuntura.

En temas de fe es importante ir más allá de las apariencias y muestras exteriores para entender que para la fe cristiana es indispensable mantener una coherencia absoluta entre la enseñanza y creencia religiosa con la forma de vida. No se puede, en esencia, ser cristiano y corrupto, no sólo porque robar constituye un pecado, sino porque la corrupción daña a nuestros semejantes y eso agrava la dimensión del pecado. Rasgarse las vestiduras y utilizar un incidente en el que una persona queda en medio de una manifestación ofensiva para la fe es, como dijimos ya, un auténtico acto de fariseísmo que tiene que ser repudiado.

Quienes han mostrado que su voracidad y ambición les aparta del cumplimiento de sus deberes y de la obligación de trabajar por el bien común, no tienen boca con qué hablar de cuestiones de fe. No basta decir que se es católico sino que hay que demostrarlo con hechos en el transcurso de la vida y en todo momento. Quienes han seguido las enseñanzas del Evangelio saben que los dos mandamientos, el de amar a Dios sobre todas las cosas y al Prójimo como a uno mismo, implican un serio compromiso para actuar con decencia y preocuparse por los demás.

Nuestro Congreso es peor que aquel templo lleno de comerciantes que indignó tanto a Jesús que a latigazo limpio sacó a quienes ensuciaban la casa de Dios convirtiéndola en mercado. En el caso nuestro, la Casa del Pueblo es peor que eso y está llena de comerciantes que sólo se dedican a satisfacer sus ambiciones prostituyendo el sentido de esa representación. Si Jesús pudiera venir otra vez en carne y hueso, seguro que la emprende contra esos pícaros que ahora están presumiendo de una fe que, si alguna vez tuvieron, traicionan todos los días con sus actos, con su ejemplo y su falta de vergüenza.

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