Francisco Cáceres Barrios
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La prensa nacional, salvo contadas excepciones que de sobra todos conocemos, lleva tiempo de estar librando una férrea lucha denunciando sin tapujos la corrupción e impunidad en la administración pública, por quienes todavía tienen el tupé de calificarnos de sinvergüenzas, canallas y farsantes porque le damos su respectivo nombre al pan y al vino. Así están las cosas en Guatemala. Cualquier politiquero tradicional nos insulta por criticar la desfachatez y la manifiesta incapacidad de tanto funcionario público con las pruebas en la mano que demuestran estar administrando mal los recursos públicos pisoteando las leyes, la ética y los principios básicos elementales exigibles a una gestión gubernamental que debiera ser eficaz, honesta y transparente.
No debe extrañarnos entonces que se gasten alrededor de medio millón de quetzales en pasajes de avión para que una innecesaria como cuantiosa delegación viaje a Ginebra, Suiza, como si fuéramos los adalides del respeto a los derechos humanos en el mundo. Igualmente, como si estuviéramos viviendo en un país con el mejor sistema vial, el Fondo Social de Solidaridad registra Q110 millones menos de su presupuesto para atrasar aún más las obras de infraestructura. Con toda pompa se anuncia que por la época de verano los hospitales nacionales van a estar en la más coloreada y encendida alerta, a pesar que recientemente presenciamos por la televisión a sus médicos quejándose por no tener hilo para hacer suturas y también se reconoce que el poco que existe no llena los requisitos de buena calidad.
Ahora, un mediocre funcionario berrinchudo se atreve a insultar a la prensa nacional porque a él se le critica por ponerse a pintar casas, cuando es gorda obligación de sus propietarios hacerlo, en vez de mejorar el estado de aceras, calles y avenidas y porque por fin se supo el por qué se le denominó Centro Histórico a la ciudad capital, por contar a estas alturas con un viejo sistema de semáforos, obsoleto e inútil para lograr el más fluido tránsito de vehículos. Y por esas mismas razones y sin tener ningún mérito para hacerlo, el primer mandatario se arrogó el derecho de definir cuáles son las funciones de la Iglesia Católica.
Para finalizar este breve resumen que busca evidenciar el descaro, la arrogancia y desfachatez con que se pretende dirigir los destinos del país y manejar los recursos públicos ¿será posible aceptar como buenas, correctas y honestas las cuentas de la SAAS cuando se utilizaron recursos públicos para comprar artículos o utensilios que debiera cubrir de su propio peculio el primer mandatario, sobradamente bien remunerado, mientras la refacción escolar y la bolsa de útiles no pudieron llegar a su debido tiempo?