Alfredo Saavedra
Desde Canadá.- En su rostro hay un dulce semblante que la máquina fotográfica al captar esa sonrisa como el anuncio de una primavera que nunca llegó, refleja el augurio del radiante, pero truncado futuro que la bestia uniformada le negó a Marco Antonio Molina Theissen, cuando a los 14 años estaba a las puertas de una prometedora adolescencia. Promesa de un destino que parecía el ofrecimiento de una existencia esperanzadora de estudiante aplicado, como lo muestra otra instantánea, para entregar su aporte de ciudadano perfecto a una patria madre lo mismo que de héroes y patriotas completos, también de sabandijas que mejor hubiesen nacido en la putrefacción de los estercoleros para no deshonrar a esa patria merecedora de hijos justos.
Marco Antonio, quien en un amplio documental se nos presenta como el retoño de una planta agradecida, sonríe como niño feliz en sus 3 o 4 añitos, gozando en un triciclo el retazo de la vida que le robaron más tarde los buitres vestidos de soldados. La calidad de hombre, militar o civil se valora en los actos virtuosos y no las acciones de vileza e infamia como las que mancharon el patrimonio histórico nacional de esas aves negras que se regocijaron en el crimen desapareciendo y dando muerte a miles de niños como Marco Antonio, en constancia que figura como una ignominiosa estadística en los anales patrios.
Qué falta de honorabilidad la de esos militares ufanos de sus instituciones castrenses a las que hubieran dado ejemplo de honor, sin esa turbia acción contra niños y mujeres, pues en esto el caso lo ilustra en forma contundente de increíble cobardía con el vil atropello a la jovencita Emma Molina Theissen, de solo 21 años, sometida a tortura y abuso sexual en una Brigada Militar, de donde dos de los militares de alto rango, ahora juzgados por sus crímenes, eran jefes. Tenebroso cuartel de donde tras un lapso de cruel tormento la víctima logra de manera espectacular su escapatoria.
La represalia no se hizo esperar, esbirros del militarismo, secuestran al niño Marco Antonio, hermano de la joven Emma, arrancado con violencia del seno de su hogar ante los denodados esfuerzos de la madre, profesora Emma Theissen de Molina, que en medio de una indescriptible angustia no pudo impedir esa malvada acción. ¿Y por qué una institución constitucional como las Fuerzas Armadas recurrió a ese método que se supone reñido con la ética militar y más bien una atroz fechoría ni siquiera cometida por la delincuencia común?
Ahora los responsables de esos y otros crímenes, militares de alta graduación en el tiempo de su saña contra la familia Molina Theissen, están sujetos a un proceso judicial que tiene que derivar en una sentencia condenatoria para que reciban el castigo que merecen para pagar de alguna manera sus maldades. A veces se enfrenta uno ante la perplejidad, lo inverosímil, lo irracional y pone en duda sin una respuesta lógica pensar en la existencia de individuos de tan baja catadura que tengan la ignominia de ordenar y practicar tan insensibles actos como el de martirizar a una jovencita de 21 años y secuestrar a un niño que lo despojan del derecho a la vida.
Un poeta chileno, en referencia a las atrocidades militares en su país, escribió en uno de sus poemas esta lapidaria sentencia que se aplica a los militares malhechores juzgados hoy en Guatemala por los crímenes descritos: «Hay seres que no debieron haber nacido nunca, se debieron haber quedado en el esperma desparramado en las sábanas para que se los comieran las pulgas…»
Ojalá que las nuevas generaciones de militares jóvenes, no comprometidos con ese oprobioso pasado, examinen ese historial de ignominia y plenos de conciencia ciudadana no solo condenar los ominosos actos de sus antecesores, sino reeditar un espíritu de necesaria redención. En este sentido ejemplar ha sido la actitud del coronel Edgar Rubio Castañeda, quien escribió el libro “Desde el Cuartel” con una valiente denuncia que involucra a la Institución Armada. Desde el año pasado, este libro ha sido uno de los más vendidos en Guatemala, México y aún en los Estados Unidos, a través de los sistemas electrónicos.