Edgar Villanueva

La visita de la semana pasada a Guatemala de la Embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, ha sido como el paso del cometa. Un evento digno de apreciar, de aparición repentina, para algunos providencial y para otros digna de análisis y de estudio. Llama particularmente la atención el evidente enfoque de la visita, tratar temas relacionados con el combate al narcotráfico, a las pandillas y al terrorismo internacional. Pero tal y como sucede cuando observamos el Cometa, ¿habrá algo que no hemos podido ver a la distancia?

Considero que el tema central de la visita de Haley a Guatemala y a Honduras ha tenido más que ver con Venezuela que con lo que sucede en nuestra región. Por diversas manifestaciones de la diplomacia estadounidense, pienso que el presidente Trump está preparando el camino para tomar acciones contra el régimen de Maduro y Haley ha venido a asegurarse que los apoyos que pudiera tener sobre el tema no se vayan a hacer para atrás. Haley ha manifestado tras su visita, que visitará Colombia en los próximos meses, en donde sin duda, se enfocará también en asegurar apoyos para motivar a los venezolanos a retomar el control de su democracia.

En segundo plano, veo el tema de combate al narcotráfico, pues la Embajadora se tomó el tiempo de visitar el Comando Naval del Pacífico y solicitó ser informada de primera mano sobre las capacidades y los retos que tienen los integrantes de la Fuerza Especial Naval. En el mismo ámbito, se reunió con víctimas del negocio del crimen organizado y con periodistas de áreas de intensa actividad del narcotráfico. La Embajadora ante ONU no tiene una responsabilidad directa sobre el tema de asuntos antinarcóticos, sin embargo, podría tener responsabilidad si el narcotráfico o algún elemento conexo (terrorismo), constituyen una amenaza para la paz internacional y podría ser que EE. UU. esté analizando el fenómeno desde este contexto.

Y por supuesto, tenemos el elefante rosado sentado discretamente en la esquina: el apoyo del Gobierno de Estados Unidos al combate contra la corrupción, pero específicamente a la CICIG y al Comisionado Velásquez. A pesar de que no trascendió oficialmente, estoy seguro de que el presidente Morales habrá tenido la oportunidad de expresar su posición sobre el Comisionado (CICIG si, Iván no) y que la Embajadora lo habrá escuchado con alguna atención.

Sin embargo, espero que el acercamiento que el voto sobre Israel le ha generado al Presidente con EE. UU. no sea canjeado por la cabeza del Comisionado. Espero que nuestra institucionalidad sepa leer bien a los estadounidenses en el juego corto, pero también en el largo, y usar su cercanía para potenciar la relación en áreas que sean de beneficio para la población (fortalecer la cooperación en temas antinarcóticos o en proyectos que generen empleo). No dejemos pasar el Cometa, aprendamos de otros países, como Colombia, que supieron transformar sus apoyos al Gobierno estadounidense en verdaderas alianzas que generaron bienestar para su ciudadanía. El tiempo apremia.

 

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