Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

En las últimas semanas he tenido conocimiento de cuatro casos de mujeres guatemaltecas, madres de familia, que han tomado la difícil resolución de irse a los Estados Unidos sin papeles con todo y sus hijos, agobiadas por la situación en que tienen que vivir en su propio país y preocupadas por el futuro de esos niños que consideran condenados a llevar una vida llena de limitaciones y carente de oportunidades. Alguien me dice que los Coyotes están promoviendo sus servicios y que ofrecen a las mujeres con hijos la “garantía” de que yendo con menores tendrán facilidades para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, lo cual no me consta, pero me llama mucho la atención que en poco tiempo conociera de esos cuatro casos.

En Estados Unidos cada día están más difíciles las condiciones para los que llegan de manera ilegal porque se han endurecido las políticas en su contra desde la investidura de Trump como Presidente y se ha exacerbado el racismo, pero ni siquiera ante ese riesgo de serias adversidades parece detenerse el flujo migratorio y debemos reparar que ello es resultado de la desesperación de quienes, aun partiéndose el alma, no logran siquiera reunir lo suficiente para garantizar el sustento propio y de sus hijos.

Los padres de familia sabemos cuánto nos angustia siempre el futuro de nuestros hijos y cómo el deseo de ofrecerles oportunidades nos hace redoblar esfuerzos y adquirir compromisos. Pero desafortunadamente vivimos en una sociedad que no premia equitativamente el esfuerzo porque la gente que nace en condiciones de marginación y pobreza ve que pasan los años sin que el producto de su trabajo les permita cambiar de condiciones de vida.

Por ello es que entre la juventud menos favorecida de nuestro país la disyuntiva que realmente se les plantea es entre la oportunidad de emigrar a Estados Unidos o la de sumarse a alguna de las muchas pandillas que se convierten en una oportunidad de obtener bienes y dinero que no estarían a su alcance si dependieran únicamente del trabajo honrado. Ocurre que no tenemos educación de calidad para disponer de mano de obra calificada que pueda aspirar a mejores ingresos. La educación pública es un desastre y aún la enseñanza privada es en muchos casos simplemente un lucrativo negocio en lo que importan las ganancias del dueño del colegio, sin que el tema del contenido de la educación sea tomado en cuenta.

Ayer se le quiso preguntar a la Canciller sobre las políticas que hay para atención a los migrantes que son pilar de nuestra economía y lo único que quedó en claro es que no existen políticas para ayudar a quienes se encuentran enviando remesas desde Estados Unidos, lo cual no puede sorprender porque si no hemos tenido gobiernos que entiendan y enfrenten los problemas, mucho menos ahora cuando toda la actividad del sector público está centrada en torpedear la lucha contra la corrupción en Guatemala.

El precio de haber desperdiciado la oportunidad del 2015, eligiendo a Morales, es inmenso y nos debe obligar a pensar seriamente en la urgencia de darle rumbo al país.

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