Mario Alberto Carrera
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Lo que de manera muy sintetizada digo en el titular de esta columna, es lo mismo que, de modo más amplio, se informa en página completa (elPeriódico 2.3.18) sobre “la corrupción, la mediocridad y los intereses mezquinos” que invaden –como una carroña ya bien incrustada– a toda la Usac. Pero -quienes agrupadamente firman este manifiesto iniciático titulado “Corrupción y manifestación en la Usac”– concretan sus sindicaciones contundentes en las facultades de Ciencias Económicas.

Me gradué de licenciado en Filosofía y Letras en la Landívar y, pocos años más tarde, de licenciado en Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana en la Usac. En las dos realicé estudios de maestría y doctorado. Pero me dediqué a la docencia, investigación, extensión y administración exclusivamente en la tricentenaria, por casi tres décadas. Fui director de su Casa de la Cultura, director de Extensión y de Letras en Humanidades y, para no seguir contando “curriculeces”, sólo agregaré que impartí docencia en sus Facultades de Ciencias Jurídicas y Sociales; de Ciencias Económicas; en la Escuela de Ciencias de la Comunicación y, con tiempo completo, en la calidad de profesor titular y principal VI, en la Facultad de Humanidades, precisamente. Y de la que soy jubilado.

El parrafito anterior lo expongo no para resobarle mis méritos a los que me “invisibilizan”, sino para darle a entender al lector que me lee, todas las semanas en este magnífico espacio superintelectual de La Hora, que sí sé un poquillo del tema académico que los estudiantes del Honorable Comité de Huelga de Todos los Dolores, dibujan en la publicación sindicadora, cuyo título he citado arriba.

Conozco bien y a fondo la Usac. Desde los días en que comencé a laborar en ella bajo la inmarcesible dirección de Rafael Cuevas del Cid. Conozco bien esa Usac profunda y oscura ¡hoy!, de la que se quejan irritados, crispados y sentidos (con mucha razón) los firmantes del manifiesto aguerrido y bizarro al que aludo. Por fin alguien se atreve a ponerle el cascabel al gato de manera animosa y arrojada, tal y como lo hemos estado esperando –en tales términos– por quienes hemos sido testigos –paralizados por el sistema de corrupción que campea en todo el país– del espantoso deterioro en el que se abisma la ya más que tricentenaria Universidad Carolina.

Desde hace quizá ya muchos años que es vox populi los aberrados y corruptos manejos económicos que hay en la Usac. Y ante los que algunos han apelado la intervención de la CICIG y también con muchísima razón. Desgraciadamente, no hay un ente similar que pueda fiscalizar la calidad académica de la Casa de estudios más antigua del país, que está en total desprestigio, hundimiento y depresión. ¡Lo dice alguien que con toda la boca lo puede pregonar! Reto a quien quiera –que crea que puede vencerme en mi especialidad profesional– a un examen legítimo por oposición: con obra publicada, cátedra pública e investigación por sorpresa.

Me golpea hasta la médula –y me sangra– lo que el Honorable Comité de Huelga –muy a mi pesar– endilga en concreto a la Facultad de Humanidades en la que dejé los mejores años de mi juventud profesional y, por lo mismo, de mi vida.

Llamo la atención de su decano, Walter Mazariegos, para que ingrese al club de los que piden perdón y se arrepienten, como los plañideros del Frente Ciudadano Contra la Corrupción. Y acabe con todos los malos manejos que yo ¡y muchos!, conocemos y sabemos se realizan en “MÍ” Facultad. No quisiera ver esposado, y en el VIP de mariscal Zavala, a un decano de mi Casa.

Me solidarizo, tendiéndoles mi mano viril, a los miembros del Honorable Comité de Huelga para lo que manden. ¡Y felicitaciones por huevudos!

 

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