La súbita destitución de toda la cúpula de mando en la Policía Nacional Civil es signo de malos presagios para el país porque sin qué ni para qué se destituyó a un equipo que venía trabajando eficientemente como lo corroboran las múltiples muestras de respaldo que reciben los removidos y las críticas a la decisión intempestiva del gobierno. Bajo el mando de Ramos y Velasco, la PNC logró muchos resultados en el trabajo por la seguridad ciudadana y, lo más importante, lo hizo en estricto apego a la ley y respeto a los derechos humanos siendo evidente que no se prestarían para cumplir órdenes en otro sentido.

La misma Embajada de Estados Unidos, tan interesada en la lucha contra el crimen organizado en sus diversas caretas, emitió ayer un comunicado reconociendo la extraordinaria labor de las autoridades que fueron destituidas de manera fulminante. Como se dice en la tierra donde el Embajador dejó el ombligo, ese comunicado fue como aquella expresión de que “Después del trueno, Jesús” porque como pasó con el cambio de Ministro del Interior, ni siquiera olieron lo que venía, cosa extraña en una misión reconocida por estar al tanto de casi todo lo que pasa.

El caso es que durante los años en que dirigieron la PNC se dieron consistentes golpes a grupos criminales y se avanzó bastante en la depuración de la fuerza policial pero, sobre todo, se vio que había prédica con el ejemplo porque desde los mismos mandos se mostraban actitudes de firmeza frente al crimen, pero de repudio a prácticas que en el pasado desprestigiaron tanto a nuestras fuerzas policiales, no sólo en términos de corrupción sino también en lo que se relaciona con los abusos cometidos contra particulares.

No se puede entender lo que está ocurriendo, desde el cambio de Ministro de Gobernación, sin enmarcarlo en el pulso que tiene el gobierno con otros sectores de la sociedad desde el segundo semestre del año pasado y esta disposición de remover a una dirigencia policial competente y probada para recurrir a elementos cuya actitud está por verse es preocupante al entender el contexto en el que se produce. Hay un esfuerzo evidente por limitar expresiones ciudadanas y ojalá no sea el interés en prevenirlas lo que haya generado el cambio de política en cuanto a la conducción de la institución clave en la seguridad ciudadana.

No se puede dejar de mencionar que Nery Ramos afirmó que bajo su mando no hacía falta el apoyo del Ejército a la seguridad ciudadana.

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