Arlena Cifuentes
Inmersa dentro de tanta interrogante proveniente de los males que azotan a la humanidad, pero fundamentalmente de los que conciernen directamente o debieran interesar a la población guatemalteca; remonto mis escasos conocimientos sobre nuestra historia escrita tendenciosamente, pero la única que existe, para intentar ubicar en el tiempo, los acontecimientos que van determinando la cultura de la indiferencia que se va esculpiendo como tallada en piedra, para dar paso a la cultura de la impunidad.
Mucho se ha dicho y mucho, a su vez, se ha dejado de decir con propiedad sobre lo que hoy acontece, quienes tenemos el privilegio de poder expresar nuestras ideas a través de un medio de comunicación somos muchas veces reiterativos. Y es que, el agua azucarada ya fue descubierta, no hay nada nuevo que contar, lo único que puede sorprendernos es, por un lado el cinismo de nuestro gobernante que continúa derrochando el dinero del pueblo. Por el otro, las revelaciones de los ladrones que, valiéndose de sus posiciones, han vaciado el erario nacional y que de vez en cuando van saliendo a la luz pública producto del trabajo del Ministerio Público y CICIG, quienes continúan realizando sus investigaciones con algún sesgo, el cual quisiera pensar que no es deliberado.
Personalmente, la explicación del surgimiento de la cultura de la indiferencia y la impunidad lo ubico en la época de la conquista que conlleva una marcada separación de razas y clases sociales que implica la utilización de la fuerza, y de diferentes formas de castigo y violencia. La sujeción del indígena y el mestizo pobre reproducen de generación en generación pobladores incapaces de elevar la mirada, hombres y mujeres supeditados a que otros decidan por ellos. Se traslada la costumbre, el hábito del no pensar por sí mismos. Se suprime de tajo la capacidad cognitiva porque así conviene a quienes detentan el poder político y económico.
La expansión demográfica entre los sectores más pobres reproduce con mayor celeridad el incremento de la población en extrema pobreza y menor posibilidad de acceder a la educación; un sistema de educación obsoleto que no responde a los nuevos tiempos y cuyas condiciones son sumamente precarias. Para una ilustración, existe una escuela en la zona 10, en donde algunos de los alumnos realizan un tiempo de comida al día; no obstante, deben contribuir para comprar el agua pura: dos garrafones semanales. La maestra a cargo del grado imparte educación física, el Ministerio de Educación no asigna maestro de computación por lo que el personal se las arregla para contratar un profesor que ¡por supuesto! cobra por clase. Los alumnos pagan para ello Q2.50 a la semana, Q10.00 al mes. ¿Clases de inglés? ¡Imposible! sería un lujo y el Ministerio no tiene presupuesto. La Curacao ha donado escritorios. Zona 10, señoras y señores; imaginemos escuelas ubicadas un poco más lejos. En este sentido, pareciera que el señor presidente, Jimmy Morales, propugna por mantener al pueblo en la ignorancia y por ende en la indiferencia, “por sus obras los conoceréis”. ¿Cómo combatir la cultura de la indiferencia y de la impunidad?
Después de ver en el día a día la actuación cínica y desvergonzada de nuestro Presidente comprando voluntades como la de Joviel Acevedo y sus huestes, la pregunta obligada es ¿De qué materia está hecho este hombre? con el despilfarro que realiza. Nada remoto, que así como carga sobre la nariz los lentes Carolina Herrera de Q28 mil, sea capaz de comprar cualquier conciencia e incondicionalidad y hasta de vender su alma al diablo para salirse con la suya.
Los males fundamentales han sido lo suficientemente conocidos y debatidos; abordemos el asunto como debe ser: con responsabilidad, con valentía, con energía, con amor al pueblo que ha sufrido la esclavitud de la pobreza y la ignorancia, con ideas claras, como si fuera un asunto de Estado.