Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Estoy convencido que el futuro de Guatemala pasa por la habilidad que tengamos por romper los vicios sobre los que se fundó nuestro país y los que, de tiempo en tiempo, se han ido perfeccionando para ajustar conductas a tiempos modernos que han permitido, por ejemplo, ir manteniendo el control de un Estado que llegó a fallar en prácticamente todas sus tareas y obligaciones.

Desde el 2015 a la fecha, pero particularmente desde junio del 2016, el gran problema que hemos tenido los ciudadanos es encontrar la mayor cantidad de puntos de acuerdo porque hay quienes están dispuestos a eliminar ciertos vicios pero les cuesta pensar que tal acción conlleve la pérdida de control del Estado o de instituciones clave y si a eso le sumamos que por vez primera se está empezando a aplicar la ley y hay consecuencias por los actos, la resistencia a los cambios es aún mayor.

Ha existido una corriente que siempre busca excusar conductas (para ejemplo reciente ahí está el ex marido y mandadero de la Sandra Torres, Álvaro Colom) y pretenden basar toda su defensa en argumentos, en apariencia “valederos”, que buscan justificar los actos que puedan reñir con la ley.

Por ejemplo, dijo Colom que todo el negocio del Transurbano surgió de la necesidad de enfrentar la violencia en el sistema de transporte, pero en lugar de entrarle en serio al problema, decidieron armar un negocio que entregaron a quienes se encargaron de financiar la campaña de la UNE y la movilización el día de las elecciones. Usaron un problema real para armar un negocio y no para resolver los problemas de usuarios, pilotos y sus familias y argumentan la violencia para defender la porquería.

Hay quienes tienen a Álvaro Arzú como el Rey de Reyes del Sistema, justamente por la “habilidad” que ha tenido para encontrarle las vueltas a la ley. Dicen que los fideicomisos fueron una brillante idea de ejecución (figura del derecho privado), que vender los activos de Guatel fue una jugada de maestros (no pasó por el Congreso) y que su ejecución mantenida en secreto es una maravilla que le da viabilidad en el funcionamiento, aunque todo lo anterior no tiene a la ley como su guía.

Dice alguna gente que se ha dedicado a financiar campañas para que no gane el “más temido” y otra serie de razones (¿por qué hacerlo de forma anónima?), pero en realidad el impacto en la democracia ha sido nefasto y yo he insistido que no se debe obviar los efectos de un financiamiento que se desea mantener en la oscuridad, porque el traficante de drogas o de influencias, busca tener un efecto que atente contra el espíritu del mismo Estado, es decir, desean poner el aparato estatal a su servicio y eso es lo que debe cambiar.

En algo sí tienen razón los que dicen que hay que marcar diferencia entre el financiamiento del narcotráfico y el de cuello blanco-negocio legal, pues una persona educada y con oportunidades no se debería comparar con un narcotraficante y está llamado a demostrar que tiene más humildad, capacidad de reconocer sus errores y enmendar.

Y como algunas personas desean basar sus defensas en excusas y no en aceptación, entonces creo que vale la pena preguntar si al sicario que no tiene para darle comida a sus hijos, ¿se le justificará y se le buscarán mil y una excusas cuando diga que él mata para sobrevivir, porque el sistema a eso lo ha llevado, que no es tan malo porque su pistola era legal pues estaba registrada y su intención nunca fue matar y causar daño, sino lograr los medios para comer?

La respuesta para mí es no pero tampoco creo que exista excusa válida para escudar añejos comportamientos de secuestro y cooptación del Estado y su sistema y por eso creo que el país cambiará cuando tengamos la humildad, pero sobretodo, la entereza para aceptarlo y enmendarlo. Habrá muchos que valoramos la entereza de aceptar y la humildad de enmendar.

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