Eduardo Blandón

Entre tantas noticias deprimentes que los medios de información publican a diario, salió casi inadvertida la alianza entre el Gobierno de Reino Unido y la Iglesia Anglicana que permitirá la instalación de antenas para facilitar la transmisión de conectividad en las muchas áreas rurales que lo necesitan.

El acuerdo, declaró el Secretario de Estado en materia de comunicaciones del Reino Unido, Matt Hancock, facilitará el uso de unas 16 mil parroquias (algunas incluso que datan del siglo XV) para mejorar la vida de las personas impulsando la conectividad en algunas áreas de difícil acceso.

La noticia parece irrelevante, pero si se considera la distancia en que se ha situado el poder civil y el religioso, el hecho puede ser el anuncio de nuevas formas de colaboración más allá de lo puntual. Lo que supondría, de igual modo, una especie de armisticio que, superando desconfianzas, inaugura proyectos de beneficio mutuo.

El pacto rompe con una tradición de condena hacia la modernidad iniciada quizá, en el caso del catolicismo, por el Papa Pío IX y continuada después por Pío X. Ambos, el primero con la redacción de su Syllabus y el segundo con la Encíclica Pascendi, aborrecen el horizonte de pensamiento alterno y no dudan en calificarlo de herético. El Juramento antimodernista fue su corolario, mediante el cual, entre otras cosas, promovió el retorno a la doctrina tomista.

La Iglesia Anglicana ha sufrido menos esclerosis, pero históricamente no se ha librado de conflictos internos entre bandos. Los problemas de adaptación reciente, en temas como el acceso de mujeres y homosexuales al sacramento sacerdotal y la ordenación de obispos también gais, ponen en dificultad la posibilidad de un diálogo abierto con el mundo moderno.

Por esa razón, es importante la apertura de la iglesia inglesa con sus autoridades, manifestada en la cesión de sus edificios. Y más allá de eso, la naturaleza del proyecto que consiste en favorecer la conectividad para los que tienen dificultad de acceso a la red. Sin duda es un acto de fe en las posibilidades de la informática que puede redundar también en provecho propio para la difusión de la fe.

Al menos es lo que se desprende de las palabras del Obispo de Chelmsford, Reverendo Stephen Cottrell, al considerar que el pacto que “mejorará la conectividad digital puede tener un amplio margen de beneficio”, incluyendo “mejoras de interacción social con familias y amigos” y apoyando el desarrollo de habilidades. “La capacidad de comunicarse con otros es un prerrequisito para muchos aspectos de la misión de la Iglesia”.

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