Eduardo Blandón

Algo debe preocupar al Papa los conflictos internacionales, que cuando puede nos recuerda el peligro de una tercera guerra mundial que sería atroz para quienes la padezcan.  De hecho, ha señalado que ya vivimos una guerra, pero a pedazos.

En el diario italiano La Repubblica, lo dijo de la siguiente manera:

“Como he dicho en el reciente mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el siglo pasado fue devastado por dos guerras mundiales mortales, ha conocido la amenaza de la guerra nuclear y un gran número de otros conflictos, mientras hoy por desgracia somos presa de una terrible guerra mundial a pedazos”.

La situación no puede ser menos preocupante si consideramos que recientemente el gobierno de los Estados Unidos que dirige Trump ha modificado el sistema que regulaba el uso de armas nucleares.  Las nuevas políticas se han flexibilizado y han abierto la puerta para emprender campañas de alta intensidad contra quienes desestabilicen el orden o agredan al país.

Hace días que los principales diarios del mundo han puesto en la mira esa preocupante actitud de los operadores de Trump que coincide con la advertencia del Pontífice referente a la universalidad de los conflictos.  Al parecer la humanidad se encamina con pie firme a un conflicto de proporciones inimaginables, del que podrían quedar pocos testigos.

El diario español, El País, explica lo que se cocina en Washington diciendo que “la novedad que más inquietud ha generado se refiere al uso del botón nuclear. Hasta ahora la respuesta del presidente se circunscribía a eventuales episodios de destrucción masiva tanto nucleares como químicos o biológicos. Con el nuevo plan, se añaden los ‘ataques estratégicos no nucleares’. Un concepto que incluye los ciberataques. Ya sean al operativo nuclear, la población civil o a infraestructuras como la red eléctrica y el control aéreo”.

Los problemas podrían evitarse si el concierto de países depusiera las armas y se inclinara más por la vía política.  Sin embargo, las condiciones dadas en las que confluyen los intereses económicos, la personalidad de los políticos y la comprensión del mundo que favorece el ánimo apropiación de recursos impulsa la voluntad de agresión.  Con lo que la famosa frase atribuida a Einstein, «no sé cómo será la tercera guerra mundial, sólo sé que la cuarta será con piedras y lanzas», se quedaría corta según la magnitud de destrucción provocada por el uso de esos ataques nucleares.

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