Con voz meliflua, es decir suave, delicada, dulce y tierna, expertos que solo por ese tonito se autocalifican como diplomáticos, hacen perversos análisis de la realidad nacional, ocultado su verdadera experiencia en temas gravísimos como el manejo de adopciones, para citar apenas algo de lo que los distingue, y entre otras cosas culpan a la Comisión Internacional Contra la Impunidad y al Ministerio Público del retraso en los proceso penales por corrupción. Esta mañana el abogado Edmond Mulet dijo: “la CICIG tampoco es perfecta, ha cometido yerros; el hecho de que estén dos, tres, cuatro años sin que se inicie el juicio es una falencia también de las instituciones judiciales y del propio MP”.

Inaudito que un abogado no hable de lo que es el litigio malicioso y si no ha estado al día de lo que ocurre en esos procesos debiera abstenerse de decir tonterías que únicamente sirven para el propósito oculto y malsano de atacar a quienes han estado haciendo esfuerzos enormes para ayudar al combate de la corrupción.

En Guatemala los procesos han sido entrampados por las partes que constantemente interponen acciones para retardar la marcha de la justicia esperando que llegue el momento en que cambie de rumbo el Ministerio Público por la designación de un Fiscal General al servicio de la impunidad y cuando, gracias a esos ataques malsanos, aunque sean proferidos con esa voz meliflua, se disponga mandar a la punta de un cuerno a la CICIG.

Los sindicados están apostando a ganar tiempo y no les importa permanecer en prisión, generalmente gozando de privilegios que les han valido la calificación de VIP, porque saben que su futuro depende de que cese la acción acusadora aportando pruebas del Ministerio Público con el concurso de la CICIG. Por supuesto que esos “diplomáticos”, que son la más viva expresión de la vieja política de doble rostro, tienen que hablar de la búsqueda de arreglos y componendas que definen en un acuerdo básico de consensos en el que tratan de incluir, sin decirlo, un borrón y cuenta nueva para que cese la chingadera de la persecución penal contra los corruptos de cualquier tipo.

Tenemos que ser claros porque en la lucha contra la corrupción no caben medias tintas como plantean esos dizque diplomáticos que creen que el secreto es quedar bien con Dios y con el Diablo. La diplomacia real no es hipocresía y falsedad disfrazadas en un lenguaje ambiguo e inofensivo. Guatemala necesita un compromiso para rechazar las acciones perversas de los corruptos que usan todas las artes para apañarse.

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