Emilio Matta Saravia
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El título de esta columna obedece a que todavía hay una gran cantidad de personas que están convencidas que la lucha contra la corrupción está ideologizada y que tanto el MP como la CICIG tienen una agenda ideológica de izquierda oculta, y que su última intención es convertir a Guatemala en una especie de Venezuela.

Aunque no voy a entrar al trillado debate de la grave situación del país sudamericano, sí me propongo debatir sobre la imperiosa necesidad de atacar la corrupción en nuestro país y crear una cultura de transparencia, de rendición de cuentas y de denuncia de actos de corrupción. Ese es el único camino que podemos seguir como nación.

Volviendo a Guatemala, no me cansaré de repetir que la lucha que libramos los guatemaltecos contra la corrupción no es ideológica, no es de izquierdistas contra derechistas. Es de aspirar a vivir en un mejor país y de heredarle a nuestros hijos un mejor país. En ese sentido, mi reconocimiento y felicitación a Pedro Marroquín, director de este medio, por la encomiable labor que está realizando para que nuestro país camine en esa dirección. Me consta.

Es ya conocido por todos que el mismo Rex Tillerson, Secretario de Estado de Estados Unidos y nominado por Trump para dicho puesto, expresó públicamente su apoyo y el de su país a la CICIG y a la lucha contra la corrupción en nuestro país. Para poner en contexto quien es esta persona, Rex Tillerson no es un burócrata de carrera. Fungió como CEO de Exxon Mobil Corporation (la quinta empresa más grande del planeta por capitalización bursátil) durante 10 años, después de tener una exitosa y dilatada trayectoria en la misma organización, la cual inició en 1975. Luego fue llamado por Donald Trump para formar parte de su gobierno como Secretario de Estado. Esta posición no es cualquiera dentro del Gabinete del Gobierno estadounidense, es la segunda en jerarquía. Es decir, es el funcionario de mayor rango en el Ejecutivo después del Presidente y del Vicepresidente.

El mensaje del Secretario de Estado es contundente, así como lo es la postura de su gobierno. No querer entender que cuando el país capitalista por excelencia en el mundo, por medio de un funcionario que ha pasado toda una vida trabajando en el sector privado, apoya categóricamente la lucha contra la corrupción en Guatemala y en particular la labor de la CICIG con Iván Velásquez al frente, ni remotamente estamos hablando de que pueda existir sesgo ideológico alguno.

El mensaje es claro y es contundente: no más corrupción. Y vale aclarar que los motivos del país del norte para apoyar esta lucha no son, ni remotamente, altruistas. Estados Unidos quiere detener el flujo migratorio ilegal de nuestros connacionales, y sabe que la mejor forma de lograrlo es frenando la corrupción en nuestro país para que aquí se generen las oportunidades de empleo que buscan nuestros compatriotas allá. Lo saben por experiencia. Dudo mucho que la torpeza de trasladar nuestra Embajada a Jerusalén vaya a cambiarles su postura, la cual han definido y expresado con contundencia y claridad. ¿Tan complicado es entenderlo?

 

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