Hemos dicho que en Guatemala ha sido tan eficaz la dictadura de la corrupción que los ciudadanos terminan por aceptar como válida y lógica cualquier práctica que implique soborno o tráfico de influencias, porque “así es como se hacen las cosas”. Gente de variada formación y educación termina incurriendo en procedimientos que riñen con la ley en el marco de un país en donde todo se tiene que hacer así. El que no paga mordida está en desventaja frente al que paga mordida y, como siempre, vale la pena tratar de averiguar qué fue primero, si el huevo o la gallina, es decir el que da o quien pide soborno.

Pero al margen del origen, lo cierto es que la práctica se ha extendido de tal manera que no hay ámbito que haya escapado a ese proceder; pero el que todos lo hagan no lo hace bueno ni tolerable. Como dijo ayer la Fiscal General, llegó el momento en el que los ciudadanos tenemos que tener el valor y la entereza de denunciar cualquier intento de chantaje y los funcionarios el deber y la obligación de denunciar el soborno. Hoy demasiados de los “derechos adquiridos” que tanto se reclaman en el marco de la cacareada “Certeza Jurídica” tuvieron origen en el pago de mordidas o el tráfico de influencias porque así es como funciona el sistema, y en ese sentido la sociedad ha sido cómplice y partícipe de la corruptela que debemos combatir con toda nuestra fuerza, porque un país que vive por y para la corrupción no tiene viabilidad ni futuro. Lo comprueba dolorosamente ese contingente de guatemaltecos que viven en la pobreza y para los que no hay ninguna política que promueva su desarrollo y oportunidades, porque quienes deciden las políticas públicas están muy ocupados contando los millones de su dinero ilícito y planeando cómo hacer más.

Por supuesto que mucho más castigo merecen los que usan su poder y se asocian para facilitar la corrupción, como es el caso de los que se encargaban de conseguir clientes para la devolución de crédito fiscal asociados a funcionarios y exfuncionarios de la SAT.

Pero la conclusión ineludible de lo que vemos desde abril de 2015 es que la Guatemala que hoy tenemos está bajo la dictadura de la corrupción que es tan difícil de enfrentar porque cuenta con muchos militantes que trabajan día y noche para preservar el régimen de privilegios creado mediante perversos instrumentos. Pero como hicimos en 1920, en 1944 y con el Serranazo, toca al pueblo derribar la dictadura.

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