Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Hasta los más reacios a los cambios reconocen que si se desean ajustes por la vía constitucional, el Congreso es la llave para cualquier modificación que nos ofrezca viabilidad y sostenibilidad a futuro y por eso es que la decisión del sábado (que lleva semanas fraguándose) es tan trascendental para el futuro del país.
Y tal y como están las cosas, las alianzas y las negociaciones nos permiten entender que la clase política representada en el Congreso nos manda un soberano: “sí y qué”, lo que se traduce en sí estamos haciendo lo necesario para consolidar el sistema, mantener los vicios y empoderar a la clase política para que juntos con sus socios particulares, puedan trabajar en estos dos años para eliminar cualquier riesgo (principalmente las investigaciones) y llegar a elecciones bajo las mismas reglas que aseguren la continuidad del modelo de cooptación aunque con más sutileza y cuidado y nos pela lo que el ciudadano piense.
El 29 de noviembre, aquí en La Hora publicamos las alianzas que operaban algunos para llevar a Álvaro Arzú Jr. a la presidencia del Congreso, en un momento en el que su padre, el alcalde capitalino, se presentaba como el que deseaba liderar la lucha por derrumbar todo riesgo en virtud que le había llegado su hora con la justicia. Para eso, alegaron que todo es parte de un plan de golpe orquestado por la izquierda; una sencilla manera de eludir las responsabilidades que todos tenemos ante la ley.
En ese momento, fracasó el plan porque la voracidad de los negociadores no tiene parangón y cerramos el año sin elección de Junta Directiva del Congreso, pero con la noticia, que vio la luz pública el mismo 31 de diciembre, de que Manuel Conde Orellana (un eterno operador del sistema) tenía las intenciones de postularse como presidente del Congreso y que ya llevaba bien avanzadas las negociaciones. Conde aceptó su buena relación con el presidente Morales, pero tanto él, como Morales y un viceministro de éste último, negaron ser parte de los acuerdos. Yo creo que es falso que no estén operando los tres, pero esa es mi opinión personal expresada de frente.
Y ahora, ante el acercamiento de la fecha para elegir junta, ponen a todo vapor los motores para alcanzar acuerdos; Conde y Arzú se vuelven a perfilar como las personas dispuestas a llevar a cabo la consolidación del Pacto de Corruptos que arrancó en el 2016 en la propiedad presidencial conocida como la Finca Santo Tomás.
Usted puede pensar que la elección del Congreso no tiene nada que ver con su futuro, pero se equivoca estrepitosamente, porque desde todos los ámbitos posibles le afectará lo que pase en ese recinto. De forma personal o empresarial, lo que el Congreso se niega a hacer (ajustes al sistema) significa que mejorar los servicios públicos no será factible, generar políticas que permitan atraer inversión tampoco, las aduanas seguirán siendo un centro de mafias, entre muchas otras cosas.
El miedo de muchos a ser investigados por su actos, pero sobre todo la falta de entereza de otros tantos de poder reconocer que hay cosas que no se han hecho de la manera correcta, es el motor que tiene a algunos viendo como derrumban todo y consolidan los vicios. Entienden que así, solo así, podrán dormir en paz pero lo hemos dicho y lo sostenemos, hay alternativas reales para enfrentar la justicia pero todo empieza por reconocer los problemas.
Y hablando de reconocer, tenemos que tener la entereza y aceptar lo siguiente: cuando el Congreso consolide el pacto para eternizar los vicios debemos tener el valor de aceptar la responsabilidad social porque la falta de acción de los que queremos cambios (ladinos, indígenas, pobres y ricos, empleados y dueños de empresas) y la incapacidad de alcanzar una agenda mínima es lo que le ha dado alas a los pícaros.