Lic. Douglas Abadía Cárdenas
douglas.abadia@gmail.com

El martes pasado comentamos en esta tribuna una aproximación sobre el papel de vital importancia que debe desempeñar la ciudadanía política y social de nuestro país, rol que continuamos analizando en esta segunda parte.

Es indispensable que la ciudadanía organizada contribuya en la consolidación del sistema de partidos políticos. Estos son el foro por excelencia para discutir la  conducción del Estado desde la perspectiva general, sin atender a intereses específicos, sino a la voluntad social en general.

El hecho de que no hayan siempre cumplido con este papel no significa que dichos escenarios no deban existir. Más bien si desaparecen, morirá un espacio de representación ciudadana que es fundamental en la Democracia, el espacio donde se lucha por alcanzar el bien común y no solo el de un grupo de interés particular.

Esto se debe a que otras formas de representación ciudadana tienden a poseer dos tipos de limitaciones:

Solo expresan la voz de un grupo de interés.

Tienen problemas para representar a la ciudadanía pues no son electos en procesos democráticos representativos.

Los partidos políticos muchas veces pueden reproducir estas dos limitaciones, pero no es algo que se haya definido así por su naturaleza sino más bien por su práctica.

Por ello la ciudadanía debe formar parte de ellos activamente, y de esta manera fortalecer el proceso partidario en el país.

Los partidos políticos se denominan, en su mayoría, democráticos, y todos acreditan la construcción y participación dentro de un régimen democrático.

Sin embargo, sus estructuras no reflejan prácticas democráticas a lo interno del partido, por el contrario, la organización formal parece reflejar los valores sobre los que opera la política actualmente, ligados al autoritarismo, paternalismo, centralismo y oportunismo.

La inercia que ha llevado a los partidos políticos en Guatemala a ser sólo un canal para acceder al poder se convierte en su forma de supervivencia, permitiendo que las élites económicas sean las que una y otra vez ejercen el poder político; además de la existencia de actores emergentes como el crimen organizado.

Este fenómeno se reproduce al interior de todos los partidos, cuando quienes son designados para los puestos de elección popular no son electos por ni proceden de las bases de los partidos políticos, sino de aquellos grupos que más contribuyeron económicamente a la campaña política, analicen el perfil de los “presidenciales chapines” y verán que tienen en común ser señorones de 50 años en adelante, de tez blanca, ligados a empresas y/o consorcios de trayectoria y sobre todo “conectes” para posicionarse en la palestra pública.

Finalmente, tenemos que estar conscientes que desde la instauración de la democracia en nuestra Guatemala en el año 1985 la ciudadanía guatemalteca ha experimentado en varios aspectos propios de la democracia, como ejemplo: hemos aprendido a emitir nuestro sufragio y de a poco a interesarse en el tema político.

Tenemos que ir madurando como sociedad y sobre todo fortaleciendo a nuestra democracia.

 

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