Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Cautivados por las voces del correo, vinieron hombres desde muy lejos a conocer la novedad”. García Márquez.

Dentro de las noticias que dejó el año pasado, encontramos la develación de un secreto a voces, como lo es la denuncia de actrices y personalidades relacionadas al cine, contra directores, actores y otros personajes del llamado séptimo arte, por uno de los abusos más antiguos del mundo, los abusos sexuales.

En la sociedad en general, cada día se cometen ese tipo de abusos en contra de niñas, niños y jóvenes, sin embargo no deja de intimidar emocionalmente, que se destruya la vida que recién se abre al mundo, vejando no solamente el cuerpo, las emociones.

Un día llegó a mis manos el cuento de García Márquez, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” me impresionó el estoicismo de Eréndira, así como la maldad y ambición de la abuela, que la vende explotando primero su virginidad y posteriormente su cuerpo, impresiona por su realismo, la vida de la niña de catorce años y las filas de hombres esperando entrar a utilizarla como un objeto sexual, nada más.

¿Cuántas Eréndiras se cruzan diariamente en nuestro camino, sin que sepamos de su sufrimiento? Sin duda muchas, ¿Cuántos “viudos” han comprado la virginidad de niñas y niños? Más de los que quisiéramos creer que existen, desafortunadamente el cuerpo humano se ha convertido en una mercancía más, que se vende al mejor postor, existe más demanda escondida o no, en una sociedad mundial, que ha vivido desde siempre de la explotación del cuerpo humano.

Por lo anteriormente expuesto, ha significado un paso adelante, el hecho que por fin se haya denunciado, por parte de las víctimas el uso y abuso de que han sido objeto, las personas que han buscado hacerse un nombre en el mundo del cine, desafortunadamente han pagado muy caro el precio por un papel en una película.

Pero ¿Y lo que sucede diariamente a nivel mundial, cuando se compra y vende la ilusión de miles de jóvenes, niños y niñas? Nuestro país no es la excepción, es parte de la regla, se irrespeta el derecho de todos los seres humanos, a tener una vida digna, y parte de la misma es la libertad del cuerpo. No sabemos lo que sucede detrás de las puertas de cualquier vivienda, sin importar la clase socioeconómica, aunque está probado que en el campo y el interior de las cabeceras, se repite más el abuso de los menores, lo que no significa que en las cabeceras y la capital, un hecho tan deleznable no sea más común de lo que quisiéramos.

Es un avance que en la primera Potencia Mundial, ya se levantó la mano, concientizando con la denuncia estos hechos lamentables, producto de enfermedades mentales y físicas, que deben ser tratadas, ya que el daño que causan es irremediable, porque las cicatrices, siempre estarán ahí, como recuerdo del abuso del que la víctima parece sentirse responsable, y que alguna parte de la sociedad culpa.

¿Cuántas veces no hemos leído o visto, en los medios de comunicación que desbarataron una red criminal que prostituía niñas? Ya no recordamos cuantas.

Por último traigo a colación la historia de Rosita, una niña que a los diez años, tenía cuatro de ser violada y vendida por su propio padre, la madre al darse cuenta, demasiado tarde lo denunció, lo enjuiciaron y lo condenaron ¿Qué hizo la víctima? Llorar porque metían preso a su papá, en su inocencia lo que había sucedido era normal, para ella era tarde porque uno de los tantos a los que su padre la vendió tenía sida, y estaban tanto la niña como el padre contagiados, los dos fallecieron, pero ¿Es justo lo que vivió Rosita? No, y ¿Qué es lo justo? Una utopía muchas veces.

Por todas las Rositas del mundo, levantemos la voz contra el abuso de menores.

 

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