Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

En el transcurso de toda mi vida he pensado que Guatemala tiene que invertir en el desarrollo humano para propiciar oportunidades para aquellos que, naciendo en hogares hundidos en la pobreza, puedan alcanzar mejores condiciones de vida producto de mejores condiciones de salud y alimentación, así como del conocimiento que permita aspirar a trabajos en los que se premie la mejor calificación del individuo. Somos, desgraciadamente, un país en el que quien nace pobre parece condenado a morir pobre, y así ocurre a lo largo y ancho del país, salvo el caso de raras y contadas excepciones, y que para superarlo hace falta que el Estado disponga de recursos y que los administre bien para promover políticas centradas en ofrecer las condiciones generadoras de oportunidades.

Creo, además, que desde la misma enseñanza de Cristo los católicos tenemos una obligación irrenunciable de preocuparnos por el prójimo y especialmente por el que menos tiene. En los lejanos tiempos del Papa León XIII una clara encíclica planteó lo que se dio en llamar la doctrina social de la iglesia Católica y que es producto de la cuidadosa y celosa interpretación de nuestras más básicas enseñanzas que siempre hacen relación al tema de la pobreza.

Sucede, sin embargo, que en Guatemala hay mucha gente que vive de viejas polarizaciones, especialmente de la que a puro tubo plantearon los gringos cuando nos dividieron entre comunistas y anticomunistas en la década de los 50 para justificar la invasión montada para defender los intereses de la United Fruit Company y que finalmente fue usufructuada por los grupos más conservadores del país. Y como resultado de una polarización insensata, se mantienen criterios de igual naturaleza que terminan en un simplismo absoluto, al punto de usar el calificativo de izquierdista, de entrada, como descalificador en un medio absolutamente conservador, y simplemente referido a que quien habla del tema de la pobreza con preocupación ya es, por ello, un comunista que merece todas las descalificaciones habidas y por haber.

Las diferencias ideológicas tienen enormes matices que aquí nunca se toman en cuenta porque simplemente el que habla de los pobres es izquierdista. ¿Qué significa, entonces, ser de derecha? Tácitamente es a quien le vale madre la situación social del país, la falta de inversión en la gente y de oportunidades para aquellos que por cientos de miles escogen el camino de la migración como única salida. Pobre favor le hacen al conservadurismo o derechismo en el país con una actitud tan baturra como esa de usar el izquierdismo como descalificación y explicarlo porque alguien se preocupa por las condiciones de pobreza.

Ni siquiera les da vergüenza pintarse como seres insensibles ante el sufrimiento ajeno, no digamos mostrar su falta de humanidad para comprender lo que significa la vida en pobreza. Pero, además, demuestran que no entienden que la prosperidad del país finalmente depende de la prosperidad de sus habitantes y que mientras más consumidores haya, más ganancia tendrá el productor o vendedor.

Y el colmo es que ahora asocian el “izquierdismo” con la lucha contra la corrupción, torpeza descomunal. Con el mismo racionamiento, eso significa que ser conservador es favorecer la corrupción. ¡Que con su pan se lo coman!

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