Adolfo Mazariegos

Durante los últimos días he leído y escuchado diversidad de comentarios y opiniones con respecto a la decisión del Ministerio de Educación difundida a partir del Acuerdo 3853-2017, cuyo contenido ha resultado tan controversial y polémico en este recién iniciado 2018. He de decir, en ese sentido, que siempre he estado y estaré a favor de la enseñanza de la música y del arte (en cualquiera de sus disciplinas y modalidades) en los establecimientos educativos del país, particularmente en los primeros años de instrucción escolar, que, como dicen los expertos, forman parte de esa crucial etapa -de vida- del aprendizaje por la que atraviesa todo ser humano y que de alguna manera define ciertas actitudes y motivaciones futuras en cada individuo. No entraré a cuestionar en sí, en este momento sin embargo, el Acuerdo en mención; ni me extenderé tratando de explicar que la música y el arte de un país también forman parte de ese acervo cultural que le distingue y que le representa ante el mundo; ni mucho menos intentaré ahondar en ejemplos que tristemente podrían distar mucho de la realidad de un país como Guatemala que, en honor a la verdad, invierte muy poco en arte, cultura y educación (y no me refiero a los presupuestos anuales de ministerios como el de Cultura y Deportes y el de Educación, que ni siquiera ejecutaron la totalidad de sus respectivos presupuestos el año anterior a pesar de sus reiterados ofrecimientos de optimización de recursos para una mayor y mejor cobertura, pero ese es otro asunto). Sin embargo, no puedo dejar de mencionar algo que no es necesario analizar ni discutir mucho, en virtud de que es una cuestión evidente que pareciera tan sólo repetirse una y otra, y otra vez, como si fuera la forma normal de hacer las cosas en este país: hacer todo sólo por hacerlo, no porque responda a una realidad o a una necesidad verdadera cuya satisfacción vaya a trascender en el tiempo como algo digno de recordarse y apreciarse. La readecuación curricular es necesaria, eso es innegable, pero los chapuces a la ligera no sólo son de mal gusto sino que perjudican grandemente porque hacen retroceder y hacen que se pierda tiempo y recursos (humanos y económicos) que pueden aprovecharse de manera consciente, adecuada y duradera en beneficio de la colectividad, como debe ser. El tiempo se pasa más rápido de lo que pensamos, y en Guatemala, seguramente, año tras año, estaremos lamentando lo poco o nada que hoy se haga por dejar un buen legado en materia educativa, y eso, indudablemente incluye, por supuesto, la música y el arte, que tantas emociones y sentimientos despiertan, y que tantas alegrías le han dado por propio esfuerzo a este país.

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