Tras años de convivir con un sistema que ha derivado la absoluta corrupción, es indudable que enfrentar la realidad y aceptar la necesidad de cambio se convierte en un paso difícil porque implica romper con moldes bien cimentados, que han marcado el comportamiento social en el transcurso de muchos años. Hemos llegado a decir que actitudes que hoy vemos son resultado de la enseñanza de las anteriores generaciones que emprendieron el camino de asegurarse favores quedando bien con quienes tenían oportunidad de llegar a los puestos de mayor decisión dentro del país y resulta que los jóvenes que hace pocas décadas veían el actuar de sus padres, han continuado con las mismas prácticas asumiéndolas como parte de la vida, como algo absolutamente normal.

Durante 2015 se destapó la cloaca que es nuestro sistema político y administrativo, en parte gracias a la cínica actitud de gente como la entonces vicepresidenta Baldetti que hasta hacía gala del mayor descaro para ir ostentando el fruto de su ganancia ilícita, pero sobre todo por el trabajo diligente, meticuloso y responsable que hicieron en la Comisión Internacional Contra la Impunidad y en el Ministerio Público para presentar acusaciones con pruebas documentales y científicas que fueron mucho más allá de la prueba testimonial que en Guatemala siempre fue la “prueba reina”.

Hoy sabemos que el mal está demasiado extendido, tanto que el Estado funciona al ritmo de las necesidades y gustos de los financistas y los políticos con los que hacen mancuerna. No es casualidad que el país tenga retrocesos en vez de avances en materia de combate a la pobreza, puesto que no existen políticas públicas pensando en las necesidades de la gente. Ni siquiera la inversión en Educación se hace para atender a nuestra niñez y juventud, si no el gasto es parte de lo pactado entre políticos cimarrones y un gremio magisterial cuya dirigencia vende apoyo a los políticos más corruptos a cambio de implementar políticas salariales que no toman en cuenta, ni por asomo, el tema de fondo en cuanto a la cobertura y calidad de la educación pública.

Y eso se replica en Salud Pública, donde también el dinero es desperdiciado sin implementar políticas efectivas de salud preventiva y los esfuerzos que intentó hacer la ministra Hernández Mack ya fueron sepultados por la misma avalancha corruptora de siempre.

Hoy estamos en obligación de enfrentar la realidad y asumir que se ha actuado mal y que en muchos casos se ha caído en delito. Aceptarlo y asumir responsabilidad es el primer paso para sanar al país.

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