Eduardo Blandon
El Papa Francisco, con su modo bonachón, ayer pidió a los padres de 34 niños que bautizaba en la Capilla Sixtina, el uso del dialecto en casa. “Quiero decirles una cosa que toca a ustedes: la transmisión de la fe solamente se puede hacer en dialecto. En el dialecto de la familia, en el dialecto de papá y mamá, de abuelo y abuela”.
Nada de lenguaje teológico, arrevesado o retorcido. La fe debe transmitirse al natural, según las expresiones propias del hogar. Lo demás, dice el Pontífice, debe dejarse en mano de los catequistas quienes harán un esfuerzo superior por iniciar en ese misterio del que nunca sabremos desentrañar con precisión su significado.
“No olviden esto: (la evangelización) se hace en dialecto y si falta el dialecto, si en casa no se habla entre los padres la lengua del amor, la transmisión no será fácil, no se podrá hacer”.
Desafortunadamente este consejo se suele olvidar en casas para practicar otras lenguas. Aquí los niños quedan confundidos, pero se resuelve usando cada dialecto en el lugar que conviene. En la iglesia y en el catecismo se usa el dialecto evangélico, en casa, en la escuela o con los amigos… otros códigos más convencionales.
Lo mismo ocurre con algunos pastores: píos hablan de bondad, amabilidad y ternura de trato, en el trabajo son tiranuelos de altos vuelos. Como si una cosa fuera el dialecto de la oración y la prédica en la iglesia, y otra la vida ordinaria. No lo digo yo, lo reconoce el mismo Pontífice cuando señala a su misma curia (a ver si no critican a la misma Santidad).
“Los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia, es decir de las personas que han sido seleccionadas con cuidado para dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma, pero -al no comprender la importancia de sus responsabilidades- se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadamente apartadas se autodeclaran equivocadamente mártires del sistema, del ‘Papa desinformado’, de la ‘vieja guardia’…, en vez de entonar el mea culpa”.
Evidentemente, vivir el evangelio no es fácil. Los cristianos vamos en camino (aunque algunos nos llevan ventajas). La meta consiste, como dice el buen Papa Francisco, en hablar el mismo idioma. Solo así no se confundirán los hijos en casa y la feligresía sabrá ponerse a tono con sus pastores. Todos orgullosos de tener, como dicen las Escrituras: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos”.