Ayer se conocieron los datos de los gastos realizados a todo vapor por el Gobierno en las últimas semanas del año, cuando se dio la consigna de que gastaran a como diera lugar para borrar el indicador de absoluta ineficiencia que venían arrastrando por incapacidad para ejecutar el gasto público. Entre los gastos de última hora está, por ejemplo, el inmoral pago que el Ministerio de Comunicaciones hizo a los pícaros de Odebrecht dizque para evitar que nos demandaran, lo que significó cubrir cantidades que no guardan relación con los trabajos realmente ejecutados, no digamos lo que debiera el Estado recuperar por los actos de corrupción perpetrados por esa firma desde los tiempos de Colom y acrecentados con Sinibaldi.

Con ese botón de muestra sentimos todo el derecho y la obligación de exigir al Contralor de Cuentas de la Nación que haga un esfuerzo para cumplir con su gorda obligación auditando todos los gastos que facilitó el Ministerio de Finanzas con la consigna de que tiraran el pisto con tal de poder mostrar ahora, como lo hizo ayer, un alto nivel de ejecución de las partidas presupuestarias.

Porque no es que de pronto un equipo de gobierno que se pasó meses ostentando su incapacidad e ineficiencia se haya vuelto dechado de diligencia. Simplemente fueron los mismos inútiles que en once meses no pudieron hacer nada y que, mágicamente, en el último mes del año se sonaron todo el pisto disponible. Obviamente es necesario y urgente fiscalizar el destino de esos gastos.

La Contraloría por ley tiene la obligación de hacer esa fiscalización, pero como sabemos que es una cacharpa absolutamente inútil, procedemos a hacer pública la exigencia de que hagan las auditorias correspondientes e informen a la ciudadanía de los posibles hallazgos que encuentren el montón de auditores que se pasan la vida haciendo reparos por cosas pequeñas pero que parecen no darse cuenta de los enormes trinquetes. La prueba es que la Contraloría, que debió ser la fuente principal en las investigaciones de corrupción realizadas por la Comisión Internacional Contra la Impunidad y el Ministerio Púbico, no tuvo ni idea de lo que había pasado en las distintas dependencias públicas.

En un Gobierno que se ha definido del bando de los corruptos, es altamente probable que los ejecutores del gasto se hayan sentido alentados por el ejemplo del Presidente, quien no solo quiso escabecharse los esfuerzos contra la corrupción sino, además, recibió dobletes del Ejército, razón más que suficiente para que seamos quisquillosos y mal pensados ante ese derroche de última hora.

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