Luis Enrique Pérez

El frío que actualmente sufren varios países del mundo, entre ellos Guatemala, me brinda la oportunidad de plantear esta pregunta: ¿dónde se ha refugiado el calentamiento global? Quizá muy fatigado por haber elevado la temperatura hasta las estrellas, ahora descansa en el fondo de los mares, con el permiso del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Ansío su pronto surgimiento o su benévolo resurgimiento.

Ese mismo frío también me brinda la oportunidad de exponer una tesis que atenta contra sacros dogmas que exigen sepultar la ciencia. He aquí esa tesis: es discutible que, en general, haya un calentamiento global; y que, en particular, haya un calentamiento global cuya causa sea la maldita producción humana de dióxido de carbono; gas que, arrojado a la atmósfera, contribuye a retener el calor solar irradiado por la superficie de nuestro planeta.

El geólogo James Kamis afirma: “La temperatura del océano Pacífico está aumentando. La temperatura de la atmósfera ha permanecido constante, y la temperatura del océano Atlántico está disminuyendo.” Kamis cree que estas tendencias de la temperatura podrían explicar el clima global y disipar el mito de un calentamiento global provocado por la producción humana de dióxido de carbono.

Kamis es fundador de la teoría de climatología de placas tectónicas, cuya tesis es que hay una fuerte conexión entre estructura geológica de la Tierra, y clima. Esta teoría promueve la interacción entre varias ciencias: geología, climatología, meteorología, biología y oceanografía. Afirma Kamis que «muchos notables y bien intencionados científicos del clima, y universidades, ahora han comenzado a admitir públicamente que una abrumadora proporción de nueva investigación muestra que la teoría de un calentamiento global causado por el ser humano, no explica muchas de las tendencias del clima.”

Algunos científicos no solo niegan que la producción humana de dióxido de carbono sea causa de calentamiento global, sino afirman que no hay tal calentamiento, y hasta afirman que habrá enfriamiento global. Por ejemplo, Habibullo Abdussamatov, de la Academia Rusa de la Ciencia, afirma que, a causa de la reducción de la actividad solar, aproximadamente en el año 2014 comenzó “un enfriamiento profundo”, que culminará con una pequeña edad de hielo en el año 2055.” Michael Lockwood, profesor de física de ambiente espacial, de la Universidad de Reading, de Reino Unido, afirma que el planeta tiende al enfriamiento global a causa de una acelerada reducción de la actividad solar.

Los científicos alemanes Horst-Joachim Luedecke y Carl-Otto Weiss, del Instituto Europeo del Clima y la Energía, afirman que nuestro planeta tiende a enfriarse, por dos causas: la disminución de la actividad magnética a partir del año 1998; y el ciclo oscilatorio del océano Atlántico y el océano Pacífico, o fluctuación periódica entre dos estados principales de temperatura del agua de cada uno de esos océanos.

Investigadores europeos afirman que desde año 2030 hasta el año 2040, el planeta tendrá un clima propio de una “pequeña edad de hielo”, a causa de una reducción de 60% de la actividad solar. Por ejemplo, Valentina Zharkova, profesora de la Universidad de Northumbria, afirma que las fluctuaciones del ciclo de once años de actividad solar, causarán un clima helado, similar al que hubo desde el año 1645 hasta el año 1715, cuando la temperatura global disminuyó a causa de una reducción de la actividad solar, y el río londinense Támesis se congeló.

Esas predicciones de enfriamiento quizá han provocado, en general, la furia de los diáconos, los presbíteros, los obispos, los arzobispos y los patriarcas de la santa, indiscutible e infalible iglesia del calentamiento global; y han provocado, en particular, la furia de quienes, con sotana, catecismo, cantos gregorianos, cirios, y gratificantes monedas ocultas, predican que, en el año 2030, el calentamiento global derretirá pavorosamente el hielo polar, y entonces ocurrirá un espantoso ascenso de mares y una devastadora inundación de continentes.

Post scriptum. En esta época, ruégole a algún piadoso miembro de la iglesia del calentamiento global, orar para que ese calentamiento se propague hasta el gélido recinto en el que estoy recluido, y en el que intento evitar una peligrosa hipotermia.

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