Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@ahora.com.gt
@ppmp82

Uno puede llegar a tener un buen entendimiento del problema de la pobreza y la falta de oportunidades, pero esto es como el ser papá, es decir, a uno le pueden contar lo que es el oficio de padre (el mejor del mundo), pero no lo logra experimentar en su plenitud hasta que uno llama hijo o hija a un pequeño ser y lo mismo ocurre con la pobreza, puesto que aunque uno conviva y entienda la realidad, al ser de aquellos que tienen oportunidades, los efectos, sentimientos y limitaciones de vivir en la miseria nunca se experimentan en plena fuerza.

Este año que está por terminar quedará grabado en mi memoria y me servirá de gasolina para lo que viene, puesto que a pesar de que siempre he sentido ser un hombre con conciencia social que me permite ver más allá de mi entorno, mi vida y la de los míos, creo que nunca había tenido una noción tan clara de los efectos que la pobreza tiene en nuestra gente y por ende en nuestro país.

Por mis oficios he tenido la oportunidad de conocer a personas de todos los orígenes, de todos los estratos sociales y de muchos lugares del país y lastimosamente no todas esas personas han sido bendecidas con oportunidades; eso y el hecho de haber tenido la oportunidad de la educación me ha permitido ver de primera mano esas grandes diferencias que se generen entre quienes hemos tenido oportunidades y quienes no han sido tan afortunados.

La pobreza en la que viven muchos me ha enseñado a valorar mucho más las cosas; situaciones que nos pueden parecer de lo más normal del mundo, ahora me cobran un sentido especial. Es algo así como cuando uno se pasa meses sin amanecer enfermo, pero de repente llega el día en el que cae la gripe y uno termina de dimensionar lo valioso que fueron aquellas mañana en las que se amaneció con salud.

Tener una mamá cuya nutrición fue la adecuada, poder venir al mundo en un hospital equipado con material de primera para recibirme, caer en un hogar en el que gracias al esfuerzo honrado se me pudo dar salud y alimentación, aunque son cosas que damos por sentado aquellos que tenemos oportunidades, nos deben hacer cobrar más sentido porque esa realidad no la experimentan millones de los nuestros y en eso debemos enfocar nuestros esfuerzos.

Educarnos (ya de por sí eso ha terminado siendo casi que un lujo) desde temprana edad sin tener que caminar horas o ir al colegio con el estómago lleno, son cosas que ahora se valoran más porque sin esos elementos, todo lo demás en que derivó del tema educación no habría sido posible y yo siempre he dicho que no nací en cuna de oro, sino que solo tuve la oportunidad de educarme en medio de un hogar que me dio las herramientas humanas necesarias para pelear por mis sueños.

Así podría seguir enumerando muchas cosas de las que he tenido la oportunidad, pero el punto es que a pesar de que hoy no se puede ni tampoco se quiere vivir los plenos efectos de la pobreza en primera mano, creo que en el 2018 tenemos la harta obligación de incidir en todos aquellos temas, elementos, instituciones y sistemas que limitan el pleno desarrollo humano de millones de los nuestros.

No podemos seguir viendo la falta de oportunidades que enfrenta nuestra gente como algo “normal”; es cierto que pobreza hay en todo el mundo e incluso en las naciones más ricas, pero las brechas entre los que tiene y los que no tienen no pueden ser tan grandes.

Teniendo oportunidades nunca podremos vivir la pobreza como lo viven muchos, pero si podemos hacer el mejor esfuerzo por imaginar ¿qué sintiéramos si fueran nuestros hijos los que no comen los tres tiempos o los que están desnutridos, los que deben dejar de estudiar para trabajar, los que ven en el crimen una forma fácil de hacer dinero o los que ven la migración como el mejor camino para salir de la pobreza?

Este 2018 debe ser el año en el que luchemos por cambiar esa realidad.

Artículo anteriorBaikonur pierde el contacto con el primer satélite angoleño
Artículo siguiente¿Dónde se ha refugiado el calentamiento global?