Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Al ver la lista escuálida de países que votaron en contra de la resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas respecto a la decisión del gobierno de Donald Trump decretando el traslado de la Embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén, uno se da cuenta que nuestro país decidió alinearse con una especie de abyecta minoría que decidió pasar por alto históricas y consistentes resoluciones no sólo de la Asamblea General de la ONU sino del mismo Consejo de Seguridad de ese organismo.

Y es que una de las provisiones constantes en las decisiones que se han tomado respecto a la crisis del Medio Oriente ha sido siempre la de reconocer que Jerusalén es un territorio en disputa y que constituye pieza clave de cualquier negociación que se haga para buscar la paz. Paz que se vuelve muy esquiva precisamente por las decisiones unilaterales de las partes que agravian a la contraparte y que elevan el nivel de tensión de por sí muy alto en esa región del mundo. La decisión que tomó Estados Unidos ha sido muy mal recibida no sólo por los palestinos sino por todo el mundo árabe que ha reaccionado en el sentido de que entienden como una agresión el que Washington disponga establecer en la Ciudad Santa su misión diplomática.

Cierto es que Guatemala fue un factor esencial en la resolución de la Organización de Naciones Unidas para la creación del Estado de Israel y se recuerda el papel que jugó en ese momento histórico Jorge García Granados como Embajador de nuestro país en la ONU. Pero también es importante ver que con la autoridad moral que otorga haber desempeñado un papel histórico, nuestro país ha sido siempre consistente en respaldar las iniciativas de paz que promueve la organización mundial dentro de las que el respeto al carácter de territorio en disputa de Jerusalén es un elemento fundamental para mantener abiertas líneas de comunicación entre judíos y palestinos porque, debe recordarse, Jerusalén es reclamada por ambos para que sea su respectiva capital.

Así como fue fundamental el reconocimiento del derecho del pueblo judío a tener su propio territorio es indispensable que se haga lo propio con los palestinos que quedaron errantes, como estuvieron los judíos tanto tiempo, cuando la ONU creó el Estado de Israel. La comunidad internacional ha reconocido que la acción de Trump violenta los procesos de paz que han sido difíciles y poco fructíferos, pero que serán más complicados como consecuencia de esa arbitraria determinación que rompe con la prudencia que mostraron todos los gobiernos anteriores de Estados Unidos, aún aquellos que fueron abiertamente aliados de los israelíes.

Por supuesto pesó mucho en el ánimo de las delegaciones la amenaza que hizo Trump para tomar represalias contra los países que votaran en contra de lo que hizo su país, pero a pesar de ello y de lo impredecible que es el actual gobierno norteamericano, apenas nueve países votaron contra la resolución de la Asamblea General y destacan entre ellos Guatemala y Honduras que se sumaron a Estados Unidos e Israel en el rechazo mostrado también por Togo, Micronesia, Nauru, Palay y las Islas Marshall.

En menuda compañía estamos.

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