Jorge Santos

Hace un tiempo escribí un texto en el cual imaginaba qué sería de Jesús si hubiese nacido en la Guatemala de hoy. Hoy me atrevo, nuevamente, a hacer algunas consideraciones con base en la manera en que vive la mayoría de niños y niñas guatemaltecas.

Seguramente nacería en el seno de una familia rural que habita cualquiera de los municipios más pobres del país, su madre y padre indígenas o bien mestizos, que habitan zonas empobrecidas.  Por ello su madre no hubiese parido en puesto o centro de salud alguno, seguramente hubiese sido atendida por la comadrona de la comunidad a donde llegó su familia, huyendo de la suya, producto de la criminalización del Estado en contra de sus padres, o de las extorsiones, o quizás de la expropiación o el desalojo violento al que fue sometida su comunidad.

Al igual que la mitad de las y los niños sufriría de desnutrición crónica, en tanto a su padre, carente de tierra, le tocaría migrar a la cosecha de café o al corte de caña de azúcar, por un salario de hambre. Mientras tanto, su madre lucharía por subsistir con las hierbas que sembraría en el poco espacio de terreno de su casa.  Su madre tal vez saldría al mercado una vez por semana a vender los tejidos que con mucho esfuerzo y tiempo realizaría y permanentemente estaría escondiéndose de los policías que buscan a aquellos y aquellas vendedoras que no pagan el espacio a la municipalidad.

Con suerte la educación formal que recibiría sería en la escuela a mucha distancia de su hogar.  Y de poder asistir tendría que abandonarla para acompañar a su padre a las largas jornadas de trabajo en las fincas de café o caña de azúcar, en las que trabajaría recibiendo un sólo salario por el trabajo de ambos.

A su madre al mercado y a su padre a las fincas observaría el entorno, las casas patronales, casas grandes e inaccesibles en el pueblo. Muy probablemente en algún viaje a la Ciudad Capital terminaría de configurar en su pensamiento la enorme desigualdad de la sociedad. Esa inequidad le sería más evidente aún, cuando una vez al mes le llegue un recibo por el consumo de energía eléctrica a su casa, que una empresa extranjera emitiría, para cobrarle por el uso de un solo bombillo de luz, una cuota exagerada y abusiva, frente a un gobierno que defiende los intereses de los grandes capitales, y violenta los derechos y criminaliza la oposición a estos cobros.

A sus 12 años de edad la escuela sería un grato recuerdo al que le gustaría regresar, sus manos estarían llenas de cayos, producto del trabajo, y abandonaría su niñez, no para incorporarse a la adolescencia, sino para iniciar su adultez y aportar a la sobrevivencia de la familia.

Ojalá que este niño Jesús, con sus ideas, su pensamiento y su experiencia lograra junto a otros niños y niñas cambiar esta estructura económica, política y social que hoy oprime, excluye y empobrece.

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