Francisco Cáceres Barrios

¿Quién no sabe que la gran mayoría de guatemaltecos andamos a tres menos cuartillo? ¿Cuál es entonces el afán de quemar el dinero comprando artículos pirotécnicos, cuando esos recursos debieran ser empleados en asuntos realmente importantes para la familia guatemalteca y no para que en un par de segundos se haga humo o sirva para causarle a usted o a sus seres queridos lesiones imborrables de gran consideración? Claro está que cada quien puede hacer con su pisto lo que mejor se les antoje, fuera para ingerir bebidas embriagantes, drogas o quemar cohetes, bombas, canchinflines o luces de colores sin embargo, es notorio que las ventas de estos productos cada día han sido menores, pues nuestra gente se ha ido percatando que no solo se quema literalmente el pisto sino se mal utiliza corriendo graves riesgos.

Es indudable que los medios de comunicación por estos días se encargan de difundir incontable cantidad de accidentes, especialmente los que provoca el anárquico tránsito de vehículos por el cúmulo de víctimas, daños y perjuicios que provocan sin embargo, bien sabido es por todos que los centros de salud privados y públicos se abarrotan con personas, más que todo niños, por el efecto de quemaduras en su cuerpo y en especial sus extremidades e incluso con la amputación de las mismas. Podrá insistirse mucho en los llamados para que los padres no los dejen solos cuando los menores de edad los andan manipulando, pero es sabido por todos que por el alto grado de peligrosidad que representan al menor descuido ocurren los accidentes.

Me consta, no me lo contaron, que los mayores de edad son los principales elementos que motivan, provocan y hasta inducen a la compra de artículos pirotécnicos y no es de extrañar que ellos mismos sugieran la compra de aquellas bombas que más truenen, de los canchinflines por prohibidos y peligrosos que fueran y no digamos de las famosas estrellitas que amorosamente colocan en sus manos, sin ponerse a pensar que en cualquier momento tales artículos pueden causar grandes desgracias, en especial cuando inocentemente las guardan entre sus bolsillos.

Sabiendo entonces los enormes riesgos que representan ¿cuál es la insistencia o la temeridad de “tocar a Dios con las manos sucias”? Con una sola persona que influido con estas palabras decida no tomar el riesgo de manipular artículos pirotécnicos, me sentiré muy satisfecho y por favor piénselo bien, también podrían salir beneficiados muchos niños si con ese dinero que pensaba quemar en un par de segundos, lo utilizara para comprarle a tantos niños alimentos, útiles escolares o cualquier otro artículo en busca del bienestar quienes han perdido la esperanza de lograr su superación.

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