Ayer el Presidente acudió a entregar regalos navideños a los niños en un centro hospitalario, y al ser abordado por la Prensa hizo varios comentarios que en realidad son más quejas que razonamientos válidos sobre la situación del país. En primer lugar dijo que él no le ha fallado a sus electores porque nunca le puso fecha a sus promesas y por lo tanto entiende que le quedan dos años para ir cumpliendo con lo que ofreció en campaña que, dicho sea en honor a la verdad, no fue mucho porque no tenía ni idea de lo que era gobernar ni de los problemas que encontraría. Además, la gente votó por él no por sus promesas, sino porque se presentó como alternativa a la “vieja política” marcada por la corrupción.

De cuenta que su mandato fue claro. Fue electo para combatir la corrupción y punto. No se le conoció nada más ni importó otra cosa que repudiar a la clase política mediante un voto irreflexivo a favor del menos conocido de los candidatos. En ese sentido lleva dos años fallándole a sus electores y todo empeoró cuando dispuso darle el jaque mate al esfuerzo por la transparencia cuando quiso expulsar al comisionado Iván Velásquez. Entonces, por supuesto que está en permanente deuda con sus electores, y lo que ocurre es que ni siquiera pudo leer el clarísimo mandato que recibió en las urnas o, en el peor de los casos, simplemente no lo quiso asumir.

Se queja además de que por resoluciones judiciales se afecta la productividad del país, hablando específicamente de las mineras. Los que tanto hablan de la institucionalidad no entienden, sin embargo, que parte de esa institucionalidad es acatar las resoluciones judiciales pero sucede que, como en todo, se miran las cosas desde perspectivas influenciadas por los intereses. De milagro no mencionó también el Caso TCQ en el que el asqueroso origen del negocio se lo pasan todos por el arco del triunfo en aras, dizque, de que tengamos un puerto eficiente, aunque todo surgiera de un soborno de 30 millones de dólares.

Dice, con razón, que Guatemala está en deuda con el desarrollo, trasladando la responsabilidad al pueblo entero y que compartimos todos los ciudadanos por esa indiferencia ante la secular pobreza que hay en el país. Pero olvida que se elige un gobierno para conducir políticas que lleven a inversión sana, honesta e inteligente para propiciar desarrollo humano y el que él preside no tiene noción de cómo dirigirnos en esa ruta. En fin, excusas quiere la vida.

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