Juan José Narciso Chúa

El año 2017 está por terminar y con ello la realización de balance del mismo es imprescindible. Sin duda este año nos deja con un saldo negativo por donde se le quiera ver, principalmente en la actuación del presente régimen de gobierno. Esto que comento seguramente no será nada nuevo para los estimados lectores y lectoras, es muy fácil colegir tal resultado. Sin embargo, se generó una situación que podríamos llamarla de “empantanamiento”, en tanto el presidente Morales y su equipo concluyen un año terriblemente malo en cuanto su gestión.

El presidente Morales se perdió completamente con el proceso judicial en contra de su hijo y su hermano y desde ahí, no pudo recomponer su trabajo, ni su trayectoria e incluso su carácter se le desmejoró notoriamente. A partir de acá sus decisiones únicamente han mostrado imprecisiones y decisiones enmarcadas en un malestar evidente ante la prensa, ante sus pocos opositores políticos y contra la misma cooperación internacional –principalmente porque acá perdió su inútil esfuerzo por sacar al Comisionado Iván Velásquez, con la aviesa intención de resquebrajar a la CICIG–.

Este momento, posiblemente representó la decisión más torpe de su gestión, en este año, pues ha habido otras, con lo cual generó una repulsión a su decisión, con lo cual fue obligado a dar marcha atrás, por efectos de la actitud del Procurador de los Derechos Humanos, como con la resolución judicial de la Corte de Constitucionalidad, con lo cual a partir de acá, se inicia un proceso de descomposición de la figura presidencial, que toma la decisión absurda de “esconderse”, alejándose de todo acto público, hasta que reaparece para nuevamente hacer uso de sus sarcasmos poco afortunados, así como mostrando su cara de amargado, colérico e insolente, una faceta que ha mantenido hasta hoy.

El conjunto de instituciones del Ejecutivo, también han sido absorbidas por este fenómeno, con lo cual han terminado en un total marasmo de ejecución, con lo cual la plataforma de servicios básicos terminó de deteriorarse, principalmente en lo que se refiere a carreteras, poca presencia en educación y un reacomodo contrario al impulso inicial de la anterior ministra, con visos evidentes de retomar el lado equivocado de la fuerza, parafraseando Star Wars.

De los otros ministerios poco se puede hablar, pues cayeron en el silencio o el vacío, tal vez la Cancillería merece cierta atención, pero también demarcadas por la inexperiencia y el uso del sarcasmo en su gestión, también equivocada, hasta ahora.

El espaldarazo que recibió el presidente Morales, de una forma absurda, contrario a los signos del momento y que se denotó oficiosa, por parte del presidente de FUNDESA, realmente fue una demostración de fuerza para decir, estamos con usted, no creemos en el sistema de justicia y estamos en contra de la CICIG. Este hecho tampoco fue capitalizado por el mandatario, no hizo nada, y parece que, desafortunadamente, la tónica de su gobierno será esa, no hacer nada, no generar olas y culminar su período.

Lo lamentable es que todavía el actual régimen tiene dos años por delante y de seguir así, concluirá su mandato, sin pena ni gloria, pero con un enorme costo de oportunidad para nuestra sociedad en particular y nuestro país en general. Su lucha en contra de la CICIG, sí, así de claro, se pasó del lado de la corrupción y la impunidad –aunque realmente ya estaba ahí– y se ganó adeptos que poco le proveyeron de credibilidad como los alcaldes, los ganaderos, los conservadores, todos aquellos que, como bien dice mi amigo Edgar Gutiérrez, añoran restaurar el sistema hasta antes de la CICIG.

¿Qué podrá ocurrir en los dos años que quedan?, realmente poco o nada; tal vez si veamos a un presidente Morales que sigue perdiendo el control, continúa con sus malas bromas, sus sarcasmos que respiran malestar, mientras llegamos a otras elecciones que tampoco, hasta ahora, muestran señales de nuevos cuadros o partidos políticos. Sin embargo, el riesgo de esta actitud es peligrosa, en cada movimiento equivocado, en cada decisión sin sentido, podría encontrarse con situaciones que terminen por destrozar el tejido social y con ello la paciencia de todos los guatemaltecos decentes que esperaban cambios de fondo. Así el presidente Morales tratará con desdén su pasado, pero lo peor es que con ello, seguramente no lo sabe, hipoteca su futuro.

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