Alfredo Saavedra

Desde Canadá.- El anuncio del compromiso matrimonial del príncipe inglés Harry (Enrique), con la actriz y modelo Meghan Markle, ha dejado un rastro de lecciones, destacando la ruptura de idílicas leyendas que dieron marco ilustre a los fantásticos relatos de príncipes en un busca de la mujer ideal, en idealismo que comprendería la prístina doncellez de la amada, que hasta La Cenicienta, surgida del tizne, tendría esa virtud, es decir que aparte del pie pequeño habrá sido virgen.

Harry recibe a Meghan, sin la virginidad que la joven habrá otorgado en su previo matrimonio con el productor cinematógrafo Trevor Engelson, en relación que tardó nueve años para dar paso a un divorcio sin ruido que llegó a un romance bullicioso que culminará en lo que parece será una boda de grandes repiques en la venidera primavera del 2018, ante tal vez el escepticismo de los monarcas en Buckingham, que habrán dado una aprobación a medias a la pareja dispareja, en términos de la añeja nobleza, pero no en el corazón de los novios para quienes ha prevalecido el amor ante todo prejuicio.

Surge Raquel Meghan del intrigante mundo de la farándula, mayor tres años que su principesco prometido de 33, lo cual no es mucho comparado con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, cuya esposa Brigitte Trogneoux, es mayor 25 años que el gobernante. Brigitte fue casada con un banquero y es madre de tres adolescentes. De nuevo aquí la virginidad no tuvo relevancia alguna.

No es ese el caso del típico hombre latinoamericano que requiere ante cualquier otra relevante cualidad que tenga una mujer, aunque no tenga ninguna, el silencioso requisito de que sea virgen para una concertación matrimonial, en costumbre donde las excepciones no cuentan.  Pero la proporción de mujeres abandonadas por el supuesto “fraude” de  la ausencia de virginidad tiene alcances sin estadísticas. Eso con menos ocurrencia en tiempos modernos cuando la experiencia sexual prematrimonial en los jóvenes deja a salvo la eventualidad de un fracaso o da seguridades de aceptar el producto sin necesidad de sello de garantía.

La famosa novela de García Márquez, “Crónica de una muerte anunciada” centra el argumento alrededor del novio que “devuelve” la novia a la familia luego de la boda, tras descubrir la ausencia de virginidad en el tálamo nupcial. Sin embargo, en este caso, el novio “defraudado” paga con su vida en forma grotesca, a manos de los hermanos de la novia, que se cobran de esa forma la presunta ofensa a la familia. La novela fue basada en un hecho real, según lo comentó el autor, dentro de su experiencia en el periodismo.

Los musulmanes que observan un culto de mucha devoción a la virginidad, tienen en muy alto concepto ese estado en la mujer, al extremo que hacen práctica de lo que se denomina “crimen de honor” aplicado por la misma familia cuando dan muerte a una hija o hermana por perder la virginidad sin matrimonio, según lo que denominan “Mandamientos de la Ley Sharia”. Pero es de tal veneración el culto a la virginidad en el mundo musulmán que se discute aún el mito o equivocada interpretación de El Corán, relacionados con “el premio” de las 72 mujeres vírgenes –huríes- que recibirán en El Paraíso los combatientes suicidas de los movimientos Yihadistas.

En todo caso la interpretación de virginidad en la órbita de Latinoamérica, tiene orígenes en la educación religiosa con raíces en las concepciones derivadas de la doctrina judeo-cristiana con base en las leyendas bíblicas, aunque el culto oficial a la Virgen María, madre de Jesucristo, solo tiene realzado reconocimiento en la religión católica y de forma parcial en el credo musulmán.

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