Francisco Cáceres Barrios
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Con tristeza tenemos que reconocer que el signo que establece una relación de identidad con una realidad a la que representa, son los rótulos o señales de tránsito en Guatemala. No hay un solo lugar en que no sean objeto de daño, mala intención, deterioro, robo y hasta de vandalismo. Todos podemos comprobar lo que ahora estoy asegurando. Sin que los rótulos de ALTO le causen ningún daño a nuestra comunidad y sí mucho beneficio, no hay uno solo que no haya sido pintarrajeado, doblado, baleado, retorcido o arrancado para que lo recoja el chatarrero. ¿Cuál es la causa, motivo o razón de esta inquina contra los rótulos pintados de rojo y blanco? Nadie me ha podido dar una respuesta lógica y comprensible que pueda justificar la acción que en muchos casos, no solo ocasiona serios accidentes, con una inmensa cauda de daños y perjuicios a la propiedad, hasta la pérdida de seres humanos, los que bien pudieran ser miembros de la familia del depredador.

Hay rótulos más pequeños, como los que solo son una flecha blanca sobre fondo negro son muy útiles para indicar el derecho de vía, aún más importantes si el conductor del vehículo es vecino de otro lugar y cuando proviene, por ejemplo de Quetzaltenango a la ciudad capital, pueda encontrar fácilmente hacia dónde va la vía en determinada calle o avenida. No cabe duda que los guatemaltecos nos pintamos de cuerpo entero cuando nos proponemos hacer añicos los rótulos de tránsito, comentó un amigo, añadiendo, poco le importa a su depredador si es útil para no dar vuelta en U; si es prohibido cruzar a la izquierda o derecha en un sitio con semáforo o cuál es la calle que debe tomar para incorporarse a una calzada con mayor flujo de vehículos tales como la Aguilar Batres, Roosevelt o Atanasio Tzul.

¡Rótulo visto, rótulo destrozado! Pareciera ser la consigna de los guatemaltecos, a pesar de su elevado costo para reponerlos, no digamos mantenerlos en buenas condiciones, aunque todo parece indicar que el hastío o cansancio de mantenerlos en buen estado ha motivado a que las autoridades los hayan dejado tal y como los fueron a encontrar. Averigüé que quien irrespeta las señales de tránsito puede ser objeto de una multa de Q200 y otros me aseguran que el dañar, retirar, alterar o cubrir una señal de tránsito podría ser objeto de una multa de 1 mil quetzales, pero es una lástima que, aunque se elevaran esos montos quinientos por ciento, la práctica de dañarlos no la podremos evitar, porque en estas tristes condiciones forman parte de un símbolo que nos caracteriza. ¡Vaya anarquía la que estamos viviendo!

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