Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Nunca se había visto un esfuerzo de cabildeo tan intenso y persistente como el que se hizo para remover al anterior Embajador de Estados Unidos en Guatemala, Todd Robinson, de parte de gente afín al Gobierno, diputados y particulares que realizaron viajes a Washington, especialmente hace un año cuando la euforia del triunfo de Trump hizo creer que con el fin de la era de Obama se abrían las puertas para remover a quien desde la Avenida de la Reforma había apoyado la lucha contra la corrupción en Guatemala. Entre ellos figuraban, por supuesto, el íntimo del Presidente, pariente del Ministro de Energía y “embajador” para temas migratorios y los ya célebres “cuatro idiotas” que, entre los cinco, contrataron empresas especializadas para que se encargaran de hacer añicos al diplomático, especialmente ante los republicanos.

Pero resulta que el esfuerzo de todos los que pusieron tiempo y dinero para destruir a Robinson fue tan estéril que ahora se sabe que el gobierno de Trump lo ha designado para dirigir la misión diplomática de su país en Venezuela, país que tiene una enorme y especial importancia para Estados Unidos por la confrontación que se mantiene con el gobierno de Nicolás Maduro. La Embajada no tiene Embajador por esas mismas tensiones y de esa cuenta llegará como Jefe de Misión y será el Encargado de Negocios, o sea que tendrá a su cargo todo el peso de la tensa y compleja relación que existe entre los dos países.

Obviamente el que se le haya designado para ir a Venezuela en estas circunstancias es un reconocimiento a la capacidad del Embajador Robinson y se puede pensar que se le ha asignado a la posición posiblemente más difícil que haya en el hemisferio, lo que permite suponer que se trata de un reconocimiento muy especial de las cualidades que tiene como diplomático, mismas que fueron el motivo de la reiterada queja de importantes emisarios que de Guatemala llegaban a Washington a quejarse de lo que hacía el jefe de la misión diplomática en nuestro país.

Eso significa que hay dos conclusiones que se tienen que sacar de ese esfuerzo de cabildeo. Primero que no hizo mella alguna en la carrera de Robinson y a lo mejor hasta lo catapultó porque es indudable que se le está manifestando especial confianza. Pero también dice mucho sobre lo que en los círculos de Washington piensan de los guatemaltecos que fueron a dar la cara para criticar al Embajador porque esto significa un manifiesto desprecio de todos los círculos políticos, incluyendo los republicanos hacia los lobistas anti Robinson y con eso no me refiero a las firmas contratadas, que se embolsaron su buena plata, sino a los que estaban atrás y a los que fueron a Washington.

Y es que hubo la torpe creencia de que el apoyo de Estados Unidos a la lucha contra la corrupción era una aventura personal de Robinson. Los hechos posteriores han demostrado que es parte de la agenda norteamericana hacia nuestro país y lo confirma no sólo este ascenso en su carrera, sino también el perfil del nuevo Embajador, Luis Arreaga, a su vez comprometido con la misma causa.

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