René Leiva
Enríquez, Vasco de, aventurero español de Badajoz, llegó a América al mando de 76 forajidos sacados de las cárceles de Extremadura. Una noche, en lo que hoy es Honduras, mientras dormía con cinco mujeres, fue descuartizado y sus despojos arrojados a los perros hambrientos, que rehusaron comerlos.
Epidídimos, escultor de Asia Menor, se le atribuye la famosa Venus de Quío, a la que faltan ambas piernas, descubierta por Fritz Günter von Hitler.
Escroto de Nisperia, filósofo de la escuela osticenia, negaba la equinencia astral y el zoodiurno de los metales, fue maestro de Polearques, peleó en la guerra Friducia, donde murió atravesado por aguijones de alacrán.
Pérez Bershé, Alvaro Alfonso, escribió, con ayuda de selectos abogánsters, “Corrupción para principiantes”, “Cómo hacerse corrupto exitoso en tres (3) días”, “¿Nunca pasa de zope a gavilán?, pare de sufrir, ¡corrómpase!”, “La corrupción como una de las bellas artes”, “Sea corrupto, impune, atrévase”, entre otros best sellers que se volvieron virales y virtuales catecismos masivos. Dichas obras fueron prologadas por militares y empresarios de renombre. (Obviamente esta persona aparece en el lugar equivocado según el orden alfabético, probablemente debido a presuntos hackers robóticos rusos; gazapo enmendable para posteriores ediciones de este Diccionario. N. de los E.)
Estradé, Odiseo Demián, de hipersensibilidad extraordinaria, no podía comer sin escuchar música barroca en pianoforte holandés, ni podía reír o apenas sonreír sin verter alguna lágrima. Murió por la impresión que le causó el vuelo de una mosca en atestado ascensor de Mogadiscio.
Exazodoro, rey de los ericenos, construyó un muro entre Efumia y Lavida sólo con los esqueletos de hombres, mujeres y niños muertos en las guerras oriciadas, el cual fue pulverizado en menos de dos años por el polen de las margaritas y la luz lunar.
Fábregas Chiroy, Cutberto, antropólogo, etnólogo, sociólogo, psicólogo y politólogo, decía que el nacionalismo, la identidad, la pertenencia son construcciones ideológicas de la clase hegemónica para encadenar a las clases subalternas.
Fátiga, Eugenia, rica heredera, empresaria y mujer de negocios natural de Montevideo, pretendió construir un canal de Rivas a Maldonado. Un tal Rodrigo de Lavalleja la hirió mortalmente de un balazo cuando la Fátiga ponía la primera (y última) piedra.
“Fío”, lustrador, vendedor de periódicos, maestro siempre desempleado, inquilino de palomar, en su enorme caja de lustre, entre cepillos, latas y Shinola y tiras de trapo, no faltaban tres o cuatro obras literarias con pasta de lujo, envueltas en papel parafinado. Hizo mutis sin adiós a nadie.
Flebión, perteneció a la escuela cirenaica; sostenía que la atmósfera contiene un gas de lo más sutil que provoca el atimorismo y que el humano es un ser de mentes dispersas, paralelas y convergentes.
Florido, David Saúl, condenado a cadena perpetua, inventó sus propias e intransferibles supersticiones. Nunca concediósele su petición de ser enterrado vivo.