Raúl Molina

Pese a que vivimos en un Estado fallido y neocolonial, la universidad estatal está a punto de entrar en una nueva etapa de autonomía y democracia. Fue en 1979 la última vez que la antigua Usac, “Voz de los sin voz”, pudo celebrar el Día de la Autonomía Universitaria en su justa dimensión. Luego, Lucas García cercenó la autonomía -acusó a la Usac de ser “el centro de la subversión”- intensificando las persecuciones, asesinatos, desapariciones forzadas, expulsión y exilio de autoridades, profesores, investigadores, estudiantes y personal administrativo y de servicios. Al publicarse el informe de la Comisión de la Verdad de la Usac, entregado a la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, se podrá apreciar en su verdadera magnitud la represión lanzada contra la Usac, la más violenta sufrida por cualquier universidad de América Latina y el Caribe. Las consecuencias de esta intervención siguen afectando a la universidad; a los varios años de desempeño bajo el terrorismo de Estado siguió un largo período de inercia y ausencia de la vida nacional, para caer después en el asedio del neoliberalismo y la corrupción.

Aparecen hoy señales de significativa transformación. La más clara fue la recuperación de la AEU por parte del estudiantado consciente, al expulsar a la mafia que la había secuestrado. El cambio se ha hecho notar de inmediato. Vuelve la asociación a estar en la primera línea de las acciones nacionales en defensa de los intereses de los sectores pobres. Ante la necesidad de transformar el Estado también se ha producido la reacción del Rector, al promover la Asamblea Ciudadana contra la Corrupción y la Impunidad, y del Consejo Superior Universitario (CSU), que se ha sumado a la exigencia de que renuncien las autoridades y funcionarios corruptos del gobierno y el Congreso. Además, se tienen en la mano las llaves para fortalecer a la universidad nacional, autónoma y democrática: la reforma universitaria y las elecciones de Rector. El mejor legado de esta administración universitaria será llevar la reforma universitaria a su punto de irreversibilidad, aunque posiblemente el Rector actual no vea el fin del proceso. Pienso que ante la situación nacional, en donde la sola idea de la reelección en los cargos es ofensiva para la ciudadanía, la Usac puede dar el ejemplo de evitar la reelección de sus más altas autoridades. Las elecciones deben ser, por otro lado, ejemplo de esa democratización a la que la ciudadanía entera aspira. Pese a mis serias dudas sobre la Corte de Constitucionalidad, opino que el mes de diciembre debe ser utilizado por el CSU para afinar con ella la fórmula que permita la plena participación de profesores, profesionales y estudiantes, sin discriminación alguna, en la elección de Rector y otras autoridades universitarias. Será la forma de legitimar el proceso de reforma y la presencia activa de la Usac en el plano nacional, en cumplimiento de su mandato constitucional de coadyuvar a resolver los problemas nacionales. Jorge Mario Rodríguez dice: “la reforma de la Universidad de San Carlos de Guatemala no debe tener otro ideal más que la lucha por una sociedad justa”.

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